Mostrando entradas con la etiqueta Trevor Howard. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Trevor Howard. Mostrar todas las entradas

Breve encuentro

🌟🌟🌟🌟


El personaje de Laura pronuncia un pensamiento terrible después de llamar a casa para decir que llegará tarde, que se ha enredado con una amiga, cuando en realidad está consumando un adulterio no consumado con el médico Alec, el hombre de quien está enamorada hasta las trancas pero a quien nunca llegará a ofrecer su cuerpo por aquello del temor de Dios y del prurito moral.

-  Es tan fácil mentir cuando sabes que confían en ti... Tan fácil y tan degradante...

Tras colgar el teléfono le invade una vergüenza de sí misma que casi la derriba. Después de todo, su marido es un hombre atento y jovial que no se merece esta traición del corazón; este enamoramiento que nació de una mota de polvo y se convirtió en una montaña que ya le pesa sobre los hombros. Porque el adulterio, además de un doble esfuerzo sexual -cuando se produce-, también exige un redoble neuronal que es la mentira sostenida. Y no todo el mundo está preparado para eso. Para jugar con dos barajas hay que saber mentir bien y no dejar que la moral introduzca balbuceos en el discurso, o dudas en el obrar. 

Mentir -como se dice Laura a sí misma- no es tan fácil. Puedes engañar una vez a los crédulos, a los que confían en ti; pero varias veces, si no llevas el engaño en la sangre, es imposible. Y Laura, aunque lo intenta, no puede. Ella no es así. Ni siquiera el amor que siente por Alec será capaz de transformarla en un diablillo que por las noches se acuesta con su marido y por las mañanas se encama con su amante. Hay que valer para eso. Y ducharse mucho, y con fruición. Hay que tener mucha coraza, o mucha cara. O estar perdidamente enamorada, irremediablemente enamorada, y quizá el amor de Laura por Alec, a pesar de la poesía y de los suspiros, no alcanza tales arrebatos.

La moraleja, supongo, es que a veces el adulterio no se produce por falta de deseo, sino por falta de capacidad. Muchos que presumen de monógamos incorruptibles en realidad es que no sabrían mantener dos vidas paralelas. Hacer de una incapacidad una virtud es un viejo truco de los moralistas.





Leer más...

El tercer hombre


🌟🌟🌟🌟

Cuando Holly Martins descubre que su amigo está envuelto en un negocio de penicilina adulterada que deja a los niños de Viena ciegos o tontos, la palabra lealtad, que hasta entonces era un principio moral esculpido en piedra aramea, de pronto se resquebraja como sometido a una temperatura intolerable. Ante las pruebas irrefutables que el ejército británico le pone ante las narices, algo muy valioso se fractura en la cabeza del abatido Holly, haciendo un ruido como de iceberg que se desgaja del continente. Como de falla insondable que de pronto se abre sobre el terreno firme. El jodío Harry, el juerguista Harry, el entrañable Harry, el amigo Harry de toda la vida, no ha defraudado unos cuantos dineros a Hacienda, ni ha montado una estafa piramidal, ni ha plantado macetas de marihuana, ni ha dejado multas de tráfico sin pagar. La lealtad podría decir peccata minuta en todos esos casos. Pero no son crímenes de chichinabo, precisamente, los que han convertido a Harry Lime en el hombre más buscado entre las ruinas de Viena, que no son sólo arquitectónicas, sino también morales, porque la II Guerra Mundial ha dejado miasmas de cinismo en el aire, una polución que se respira para dejar ennegrecidos los pensamientos.

    Y sin embargo, Holly no está dispuesto a mover un solo dedo para que su amigo sea capturado. Su amistad está acabada, pero la lealtad, quebrada como el ala de un pajarillo, todavía hace esfuerzos por volar. Es lo que tiene la amistad, que está hecha de pedernal, de wolframio endurecido, y muchas veces es más resistente a la contrariedad que el amor más loco de los amores. Holly, finalmente, sólo colaborará con las fuerzas del orden cuando en el otro lado de la balanza no estén los niños afectados por la penicilina, sino los ojazos de Anna Schmidt, y su silueta de mujer hermosa escondida bajo el abrigo sempiterno. Que qué mala suerte, también, tener que visitar Viena justo en invierno, cuando las mejores bellísimas se embuten en los ropajes. Tiran más un par de tetas que cien carretas, y que cien pobres desgraciados tirados en el hospital. Hablando de ruinas morales, es casi mejor no pensar en ello...




Leer más...

Operación Whisky

🌟🌟🌟

Busco el olvido cinéfilo a otro partido horrible del Real Madrid, con sus chupones, sus mercenarios, sus quejismos arbitrales sin fundamento. La Copa de Europa, que se resiste, tras una nueva maldición de Majaelrayo... El mal humor tras la batalla me pide una película ligera, de entendimiento simple y sonrisa bobalicona. Y, como por arte de magia entre el pandemónium de l gigas del disco duro, aparece Operación Whisky, una antigualla simpaticona de Cary Grant que los dioses benevolentes han puesto allí, a mis espaldas, para evaporar mis humores, pues no recuerdo haber asaltado ningún galeón preguntando por su título.



            Confundido y agradecido al mismo tiempo, me dejo llevar por los designios divinos y termino viendo una comedia romántica de las de antes, pura y virginal, sin carnes a la vista ni diálogos picantes. Leslie Caron está preciosa en su treintena florida, pero no baila, ni se contorsiona, ni muestra algo más suculento que la pantorrilla. Se limita a enamorarse púdicamente de Cary Grant, y a besarle sin lengua cuando el capellán castrense otorga su consentimiento. Una de las grandes bellezas que Francia regaló al mundo, y aquí la desaprovechan en un producto familiar de chistes blancos y amores inmaculados. Una de esas películas que 13 TV programaría el fin de semana para dar ejemplo de cine hecho como Dios manda. No como ése otro, el de tetas y palabrotas, que hacen los titiriteros socialistas.


            Será después de ver la película, en el fisgoneo obligatorio de sus intríngulis, cuando descubra el verdadero motivo de su presencia en mi disco duro. No fueron los dioses generosos, como yo creía, los que dejaron el regalo en la chimenea, sino mi despiste antológico, mi empanada universal. Fue mi psique lamentable la que en su día, hace meses, en una búsqueda nocturna o matinal sin ayuda de la cafeína, confundió Operación Whisky con Operación Pacífico, también de barcos en la II Guerra Mundial, también de Cary Grant vestido de marinero, también una comedia de trasfondo bélico con la palabra “operación” -tan poco imaginativa- colocada en el título. En fin. Qué les voy a contar, a estas alturas...


    Leslie Caron y Cary Grant tratan de pescar un pez en las aguas poco profundas de una laguna. En el segundo intento, tras varias discusiones entre ellos, y mientras el pez se pone de nuevo a tiro, Cary Grant comenta:

-         Atención, aquí viene ella otra vez.
-         ¿Cómo sabes que es “ella”?
-         Porque lleva la boca abierta. Y ahora cállate.





Leer más...