Mi obra maestra


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Hoy quiero confesar -como cantaba Isabel Pantoja antes de coleccionar bolsas de basura- que alguna vez, desesperado por la ausencia de lectores, por la inoperancia de mi escritura, he pensado fingir mi propia muerte para que este blog -con la tontería del artista fallecido- coja vuelo y remonte sus estadísticas. Fabricarme una esquela falsa y elevarme al estatus de leyenda literaria. Como hizo en su día Francisco Paesa, el agente secreto. O como hace el pintor Nervi en Mi obra maestra, que tras anunciarse como muerto en las necrológicas de Buenos Aires, se exilia a las montañas del Jujuy -allá donde Jesús perdió el mechero en sus predicaciones- para añadir varios ceros al precio de sus cuadros. 

La idea es, desde luego, tentadora, pero inaplicable en mi caso, porque Renzo Nervi vive de su arte, y lo mismo le da pintar en el Jujuy que en las Chimbambas, mientras le llegue la furgoneta con el mate y las viandas. Pero yo soy un funcionario de la vida, un inútil de la escritura, y necesito servir a la Junta de Castilla y León presencialmente, impepinablemente, para cobrar los dineros que me sostienen. No puedo desaparecer del mapa así como así. No puedo borrarme de la faz de esta tierra. Tengo que comer, y que alimentar al cachorro, y al perrete. Pero ya me gustaría, ya, fingirme el muerto como en las piscinas del verano... Porque así, vivito y coleando, sólo me leen los cuatro gatos de siempre: los despistados de la vida, el amiguete de Mallorca, y los familiares que se asoman para escandalizarse con mi lenguaje, y con mis ocurrencias de misántropo. Damiselas, pocas; cinéfilos, ninguno. Les hablas del blog a los amigos y todos te dicen que qué bien, que qué chachi piruli, que les envíe el enlace por el whatsapp y que nada más llegar a casa ya se ponen y tal. Pero luego, al día siguiente, el chivato me dice que por allí no se ha asomado nadie, que todo era por quedar bien, civismo y simpatía, sonrisa tonta y desinterés mutuo.

Por aquí ya no se despistan, ay, ni aquellos pornógrafos que hace años recalaban en mi playa creyendo que había género, mandanguita de la buena, porque yo a veces escribía de tetas, y de culos, y hasta de pollas en vinagre. Hasta que un día comprendí que el blog me estaba quedando machirulo y revertiano. Yo mismo invitaba a los pornógrafos a salir de estos escritos, porque me da daba pena que se equivocaran continuamente de negociado, con las apreturas genitales que llevaban, los pobres…