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Lo dicen Stephen Merchant
y Ricky Gervais en los extras de “The Office”: los que ven los extras de los DVD son unos frikis
y unos perdedores. Y yo, que me doy por aludido, y que me parto el culo de la
risa, no tengo otro remedio que darles la razón.
Si su serie ya es de por
sí un producto para frikis -sobre todo si no eres un espectador habitual de la
BBC- adentrarte en el tercer disco ya es como estar más allá de la comedia y de
los seres humanos. Vivir en un frikismo apenas disimulado por las canas y las
gafas de intelectual. A veces, ay, cuando me sorprenden así, con las manos en
la masa, o en el mando a distancia, siento que soy un homínido a medio camino
de una evolución todavía por determinar. El homo sillonensis, o el tonto
del culo quizá.
Ellos, claro está, solo
querían hacer la gracia. Un metachiste. Obsequiar a sus seguidores
con otra broma del repertorio. O puedo que no, quién sabe, porque estos tipos
son muy peculiares y muy cínicos. Quizá pensaron: “Vamos a lanzarles un zasca a estos cotillas
que quieren profundizar en nuestro oficio...” Yo, ante la duda, prefiero
tomarme su chanza como una exhortación a la vida. Como una paulo-coellada
pasada por su tamiz de verduleros: “Despierta, idiota. Sal a la calle y déjanos
en paz. Qué más te da todo esto. ¿Te has reído con la serie? Pues ya está.
Olvídanos. No quieras saber más. Conocer el truco estropea la magia. La vida es
muy corta y transcurre más allá de tu ventana. Túmbate al sol antes de que
llegue el invierno y el sofá ya sea -entonces sí- tu último refugio”.
Y tienen razón, sí, pero no del todo. Porque allí, en el tercer disco, el que solo miramos los maniáticos y los aburridos, ellos habían escondido dos joyas como premio a nuestro tesón. Dos especiales de Navidad -si es que es en “The Office” puede ser Navidad alguna vez- en los que se cuenta qué fue de David Brent tras ser despedido de su empleo. Y lo a gusto se quedaron en la oficina con su ausencia. ¿Ausencia, he dicho..?
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