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En Venecia pasa justo lo contrario que en La Pedanía: allí los
que dan po’l culo son los turistas, mientras que aquí los que dan po’l saco son
los autóctonos, que no conocen el silencio en las calles ni las normas de
urbanidad. Hablo así en general, claro. Si en las viñas del Señor hay de todo,
aquí, en las viñas de La Pedanía, también vive gente que podría pasar
perfectamente por nórdica o centroeuropea a poco que creciera unos centímetros
decisivos.
Si en “Veneciafrenia”
hay un veneciano loco que se carga a los turistas que desembarcan de los
cruceros, en una película que se titulase “Pedaniafrenia” -ahí dejo la idea- el
asesino sería un peregrino que iría exterminando a todos los paletos que se
encuentra por el Camino: al que pasa con el quad a toda hostia por una zona de limitación
de velocidad; al que adelanta a los caminantes con una moto que lleva el tubo
de escape recortado; al que tiene su finca hecha una pura cochambre de zarzales
y basura; al que lleva el perro peligroso suelto y no hace ni ademán de
sujetarlo cuando coincides; al que pega voces en la terraza del bar como si se
le hubiera jodido el termostato de los tímpanos; al que tala los árboles que daban
sombra porque le molestan las pelusas que sueltan en primavera; al que no deja
pasar el cable de fibra óptica por la fachada de su casa y jode a todos los que
viven más allá... No sé: toda esa gente
que hace de La Pedanía un rincón idílico cuando lo miras de lejos, pero una comuna
de orates cuando te metes en su tráfago.
Si los turistas en Venecia son una peste, aquí los peregrinos son gentes silenciosas y respetuosas que tiran sus cosas a las papeleras y
saludan siempre con una sonrisa. Gente de paso que no molesta para nada y da de
comer a los bares que se encuentran en la ruta. Una nota multicolor en el paisaje
rural de los viñedos. La conexión de La Pedanía con el resto del mundo. Yo ni
les noto tras la doble ventana que me protege del mundo. Cuando bajo a la calle
agradezco que sean ellos -y no los del tambor de hojalata- los que pasan frente
a mi puerta haciendo chac, chac con sus bastones.
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