Girasoles silvestres

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En los tiempos prehistóricos -si son como nos cuentan en National Geographic- a las mujeres les compensaba arrimarse al tipo más macarra de la tribu. Si alguien venía a molestar por la cueva o por el poblacho, el macarra le echaba de allí con un par de yoyas bien dadas del revés. Y si hacía falta traer una ración extra de carne o acceder al mejor acuífero de la comarca, el gachó, muy aficionado a levantar piedras para muscularse, no dudaba en tirar de sirla de sílex para acojonar a los convecinos. Es verdad que el macarra prehistórico -como el macarra de ahora- era un tipo inestable, marchoso en demasía, muy aficionado a ir de flor en flor para esparcir su semilla por los vientres muy diversos. Pero a fin de cuentas -porque si no sus genes no hubieran prosperado, y hoy ya no habría macarras pululando por el mundo -proveía de alimentos y sacaba las camadas adelante. 

Pero eso era mucho antes de que existieran Los Picapiedra. De hecho, en “Los Picapiedra”, se ve esa transición de la mujer atávica que suspira por el chulo-putas a la mujer evolucionada que prefiere a un compañero como Pedro Picapiedra o como Pablo Mármol, dos bobolones que salen escaldados de todas las aventuras pero son fieles y buenazos. Betty y Vilma son dos mujeres inteligentes que han comprendido que en la tecnología reside el nuevo poder y el nuevo estatus, y que el tontolaba de la cachiporra ya no es la mejor apuesta para proveer de cuidados y de alimentos.

En “Girasoles silvestres”, el personaje de Julia demuestra que todavía hay mujeres atrapadas en este instinto básico. Cualquier espectador sabe que estos maromos tatuados que ella frecuenta - chulescos, más bien cortitos, amantes de la gresca o de lo paramilitar- no van a proveer de alimentos ni de cariños a sus rapaces. Que son pan para hoy y hambre para mañana. Y también, seguramente, una torta cuando se les caliente la cabeza. 

Julia se llevará varias hostias simbólicas y alguna muy contundente antes de comprender que ese tontaina de Álex, ese soso medio guapo y sin remedio, es la mejor opción para encontrar el sosiego y no temer cada mañana por el futuro.