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Obi-Wan Kenobi

🌟🌟🌟


Lo que más molaba de Obi-Wan Kenobi en la trilogía original era aquello de doblegar voluntades con un gesto de la mano.

Soldado imperial: Los documentos, por favor.

Obi-Wan: (girando la muñeca en el aire). No necesitas los documentos.

Soldado imperial: “No necesito los documentos...” Pasen.

Aquello era... maravilloso. El verdadero poder de un caballero Jedi. El uso de la Fuerza -siempre tan mística y etérea- para un fin práctico y resolutivo. Los Jedis no podían perder tiempo en tonterías mientras desfacían los entuertos de la Galaxia.  Ni tampoco nosotros, los terrícolas, aunque seamos más modestos en nuestros afanes. Lo que pasa es que nosotros, chiquilicuatres sin midiclorianos, terminaríamos por hacer mil y una maldades con tal capacidad de hipnotismo: putaditas veniales, si uno fuera hombre de bien, o delitos vesánicos, si uno naciera inscrito en los renglones torcidos de Dios.

Deduzco, viendo la serie, que tal superpoder le llegó al bueno de Obi-Wan ya de anciano, en su último retiro de Tatooine, porque su yo más joven no hace uso de ella en seis episodios trepidantes, de no descansar ni un solo minuto. Y mira que tiene oportunidades para hacerlo: para empezar, callarle la boca a esa niña tan impertinente llamada Leia Organa, que con su gracejo natural, y sus midiclorianos por descubrir, causa más catástrofes que Zipi y Zape con un balón de reglamento.

Por ahí, por este Obi-Wan desarmado y un poco lento de reacciones, viene la primera decepción con esta serie que consiste básicamente en persecuciones, duelos de espada y stormtroopers desparramados por el suelo. Los ejecutivos de Disney son, decididamente, los lord Sith de nuestra galaxia.... El espectáculo solo se hace noble, a medias lucasiano, cuando la figura de Darth Vader llena la pantalla. Vader no necesita ni mover la mano para zanjar las discusiones. Nos lo ponen así, con el gesto, para que los más lerdos del planeta Tierra comprendan sus acciones. Pero Vader, solo con comparecer, ya acojona al personal. Da igual la distancia y el tiempo. Si no fuera tan malo, le adoraríamos como a un dios.



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