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WeCrashed

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Carlos Solchaga ya nos había enseñado que existen dos modos de forrarse en un tiempo récord: vivir de tus empleados o vivir de alguien más rico que tú. No hay más caminos. Los Diez Mandamientos del Pelotazo -como los Diez Mandamientos de Yahvé- se resumen en dos consejos de la abuela que podría entender un niño de cinco años, como en el chiste de Groucho Marx.  

Adam Neumann, el fundador de WeWork, tan listo él, y tan jaleado por su señora, practicaba las dos vías del enriquecimiento galopante. Y no es que atracara a sus trabajadores a la salida del espacio de colegueo, eso no. Le bastaba, simplemente, con aplicar la primera lección aprendida en las escuelas de empresariales: pagar lo mínimo; y si no se quejan mucho, pagarles la mitad. Y si se van, o te montan una huelga, no preocuparse demasiado porque siempre habrá alguien dispuesto a cobrar la mitad de esa mitad. Todo legal.

El otro camino, decíamos, es que tus caprichos te los financie alguien más rico que tú. Otro emprendedor que vuele por encima de tus sueños, lo que ya es mucho volar cuando llevas un flipe encima como el de Adam Neumann y su mujer. Y para esto, Adam tampoco tenía que unirse a los Golfos Apandadores para esperar a los inversores a la salida de sus despachos: le bastaba con el camelo, con la labia, con sus ojos de hipnotizador. Sospecho que la verborrea del que se cree sus propias fantasías -¿la definición de un loco?- es irresistible para cualquiera que preste sus oídos, y en eso da lo mismo que dirijas Goldman Sachs que sirvas hamburguesas en el McDonald’s. O que trabajes en un colegio de Educación Especial.

Existen, también, si eres showrunner de la tele, dos maneras infalibles de acabar con esta Edad de Oro (ya cansina) de la televisión: plantear series de temporadas inabarcables o, escuchando las quejas de los espectadores, endilgar miniseries de 8 episodios en los que sobra la mitad y la otra media se repite en círculos viciosos. Antes, en el Reino de las Películas, existía la síntesis, la elipsis, la mesa de montaje... Y yo echo de menos los viejos tiempos. No quiero morirme sentado en este sofá.




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