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El hombre de la tierra cuenta la
historia de un profesor de universidad que tras diez años de docencia decide
mudarse a otra ciudad. Mientras guarda sus pertenencias en las cajas de cartón,
un grupo de compañeros se acerca a visitarlo para despedirlo como Dios manda,
con una tertulia reposada y un whisky muy caro servido en vasos de
plástico. Como son hombres y mujeres ilustrados, la conversación deriva hacia los terrenos de la biología, de la religión, de .las antiguas
culturas de los hombres. Es ahí cuando nuestro protagonista, llevado por la
gratitud y por la melancolía, decide confesar que lleva 14.000 años rondando
por el mundo, siempre con el mismo aspecto juvenil, y que por eso ha de
marcharse cada diez años de los lugares, para no levantar sospechas, porque su
cuerpo posee una estructura genética única que le impide envejecer.
A la luz de
la chimenea, John Oldman, cuyo apellido no es por supuesto casual, habla de sus
orígenes en las cuevas de los cromañones, de sus experiencias militares con los
sumerios, de sus viajes con Colón al Nuevo Mundo, de las conversaciones que
mantuvo con Van Gogh mientras éste pintaba sus cuadros de campos y flores. Al
principio sus amigos se lo toman a chunga, y creen que les está proponiendo un
ejercicio intelectual, o que les pide su opinión para su próxima novela de
ciencia ficción. Pero John describe, detalla, explica, y sus palabras
suenan cada vez más verídicas y convincentes. Acribillado por mil preguntas que
sólo un erudito inconcebible sabría
responder, John se defiende con criterio, con conocimiento, con un punto de
emoción en la voz que sólo puede corresponder a quien realmente estuvo allí y
sobrevivió para contarlo.
Uno podría pensar
que este hombre tan longevo vive más feliz que unas castañuelas. De no mediar
un accidente fatídico o una catástrofe natural, John podrá vivir otros 14.000
años más para conocer la resolución final de los temas que ahora nos ocupan.
Viajará por el mundo, vivirá mil experiencias, se acostará con miles de mujeres
sin tener que firmar un compromiso con ellas. Conocerá el final de las próximas
14.000 Ligas y Copas de Europa, cosa que a Luis Buñuel le parecía lo más trágico
de morirse. Sin embargo, John Oldman se confiesa cansado y apesadumbrado, como
esos vampiros condenados a persistir en la existencia. John ha vivido
tantas cosas e interpretado tantos papeles que ha perdido la esencia de su yo.
De sus orígenes en la cueva de los cromañones apenas queda nada, sólo recuerdos
deshilachados que muchas veces confunde con los sueños. John es un ser humano,
pero carece de identidad. Al carecer de muerte carece de propósito y de
advertencia. Es una paradoja existencial...
Pero si no los quiere, que me los de a mí, sus próximos 14.000 años de vida. ¡Cinco
millones de días! Con eso sí que tendría yo tiempo para repasar todas la filmografías,
para seguir todas las series, para convertir este blog en el más veterano de
toda la red.