El hilo invisible
The Master
Pozos de ambición
Boogie Nights
Licorice Pizza
🌟🌟🌟🌟🌟
“Licorice Pizza” es la metáfora visual de un disco de vinilo. Los discos parecen pizzas y son de color negro como el regaliz. Y los discos, como el regaliz, nos traen nostalgias del pasado... Ahí residía el misterio del título que en la película nunca se desvela. O que se desvela, pero que nosotros, en el sofá, Eddie y yo, no fuimos capaces de colegir. Y eso que lo mirábamos todo boquiabiertos, con cara de cinéfilos deslumbrados. Porque “Licorice Pizza” es una película rara, rara de cojones, pero no puedes dejar de perseguirla. En un momento dado nos miramos y nos dijimos al unísono: “Esto es muy... extraño. Pero adictivo.” Así es también la relación entre un perro y su amo: extraña, pero adictiva. Así es la vida en general, diría yo.
El otro misterio -el principal y nunca revelado- sería saber qué le pasa a Paul Thomas Anderson por la cabeza cuando rueda sus películas. Ahora que tanto se abusa de la palabra genio, resulta que él es un genio verdadero. Uno fetén. Él nunca mira las cosas como las miramos los demás. Los demás vivimos en el mainstream de las narraciones sentimentales. Pero él no. Y no lo hace por epatar, o por dárselas de listo: es que es así, dislocado y original. Un genio, ya digo. Un puto genio. Tú le das una historia de amor entre un chaval de 15 años y una mujercita de 25 y no te hace una película convencional, de rollo melodramático, ni tampoco de comedia disparatada. No: él hace sus mezclas, sus diseños, su anomalía neuronal, y le sale una película como “Licorice Pizza” que no se puede clasificar, ni resumir a los amigos, ni explicar con oraciones que tengan una coherente ligazón. La suya es una película imposible e inabordable.
“Licorice Pizza” viene a decir eso tan trillado, pero tan verdadero, de que dos personas condenadas a entenderse al final se acaban entendiendo. También dice que la madurez no se adquiere con la edad, sino que viene otorgada de nacimiento. Unos la llevan y otros no, como los pimientos de Padrón. Y da igual las experiencias que vivas, ocho mil o ciento una. La madurez es un regalo de los genes; la inmadurez, otra putada de las suyas. Yo pienso lo mismo que Paul Thomas.
Punch-Drunk Love
Magnolia
Dentro del átomo, los
electrones giran alrededor del núcleo en una órbita estable que podríamos
llamar estado de felicidad. Allí podrían pasar eones y eones si
no fuera porque a veces son golpeados por una partícula energética que se cruza
en el tiovivo: un ángel flamígero que viajando a la velocidad de
la luz los expulsa de ese paraíso previsible y circular.
Las electrones desafortunados
pasan a vagabundear territorios inhóspitos que no les corresponden, errando en espirales
que les ponen nerviosos y cariacontecidos a la espera de que otro choque -esta
vez afortunado- les devuelva a la zona de confort. Hay mucho de ciencia en todo
esto, pero también mucho de azar, que es ese espacio indeterminado que la
ciencia todavía no puede explicar. Son las casualidades inauditas, y las regiones
de incertidumbre, que también se producen en el mundo macroscópico de los seres
humanos.
Todos los personajes de “Magnolia” -por
ejemplo- también viven fuera de su órbita placentera. En algún momento de su
pasado se sintieron congraciados con la vida dando vueltas alrededor de una
persona amada, o de un trabajo edificante. Pero ellos, como los electrones
malhadados, también sufrieron el choque con alguien que los descentró, que los
expulsó de su pequeño paraíso. Una pura mala suerte, o un destino trágico que buscaban con ahínco. Ahora caminan por la vida con el ánimo por los
suelos, y con la desazón instalada en el espíritu. Mientras esperan que el
efecto mariposa les cruce con esa persona que les devuelva la alegría, los
personajes de “Magnolia” pasan el tiempo presentándose a concursos, drogándose
hasta las cejas, dando conferencias sobre la supremacía de las pollas... Son
distintas formas de matar ese tiempo de las dudas. Unos dudan al cuadrado y
otros se inventan certezas para no sufrir más.
Cuando esa persona
especial golpee sus vidas, ellos por fin despertarán de su letargo, de su
atonía, de su falsa vida de muertos vivientes, y en la alegría del retorno
emitirán una sonrisa, o un llanto muy liberador. Es la física de la felicidad.
Puro vicio
Inherent vice es el término legal que designa el defecto oculto de una mercancía. Una tara que no se ve al comprarla pero que termina por estropearla, y que faculta al comprador a exigir una compensación. En el contexto de esta película inexplicable, donde es difícil acertar con los argumentos o con las metáforas, se supone que esta expresión alude a la decepción final de los amores, pues todos llevamos de nacimiento un defecto que al principio no se ve, o que se prefiere obviar, en aras del amor, pero que tarde o temprano acaba por marchitar la relación.