Nuevo orden

🌟🌟🌟🌟

La lucha está perdida. La democracia se inventó para que los pobres se suiciden votando -o no votando-, y luego, cuando estalla la revolución, la violencia sólo genera violencia, y puestos a dar hostias, los ricos ganan siempre.  Así que no hay nada que hacer: pelear hasta donde llegue el romanticismo, y luego buscar un refugio en la belleza.

Nuevo orden es una película mexicana sobre la lucha de clases y la represión de los poderosos. No cuenta nada que no sepamos, pero lo cuenta de una forma brutal y desoladora. Todo está calculado para dejarte la sangre helada, en vez de caldeada, y yo, la verdad, cuando se trata de revoluciones fallidas, casi lo prefiero así. Porque cuando en otras películas te caldean la sangre, te levantas del sofá con un optimismo muy tonto, con el puño en alto, y La  Internacional en el tarareo, y mientras te lavas los dientes y recoges los platos, vuelves a soñar con banderas rojas de justicia. Luego duermes un bonito sueño -el mío es que comparto barricada con una pelirroja trotskista venida de Moscú – pero al día siguiente, nada más levantarte, en las noticias del digital, te topas otra vez con la misma constatación del fracaso y de la imposibilidad. Y te hundes.

Warren Buffett, el millonario americano, dijo una vez que la lucha de clases existía, ¡vaya que si existía!, y que Carlos Marx -mi bisabuelo Marx-, no andaba errado en sus razonamientos. Pero Buffett, riéndose a carcajadas, apostillaba que afortunadamente para él, y para los miembros de su club de mamones que todos los días come langosta en el distrito financiero, los ricos iban ganando la pelea. Hay que reconocerle a don Warren que se dejara de gilipolleces, de llamamientos chorras al sindicato vertical y a la fraternidad universal, y que le llamara al pan, pan, y al pobre, pobre. Pero se equivocó en el tiempo verbal:  los ricos no “están” ganando la pelea, sino que hace mucho tiempo que la ganaron. Los fusiles siempre están de su parte. Puede que los sumerios -como aventuraría Javier Cansado- ya lo dejaran todo atado y bien atado, aferrados a sus lanzas.