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“La culpa es de los demás...”. Esto lo que Lide se repite a
todas horas cuando Ane, su hija, perpetra -o dicen que perpetra- actos terroristas. Para su madre, Ane es una adolescente como todas las demás: un
poco terca, quizá, un poco cabronceta y bastante mal hablada, pero en el fondo
una buena persona. Nada que ver con la purria del vecindario, o con sus amigas
del instituto, que la que no es fea resulta que es tonta, o viceversa. Además, Ane
saca unos sobresalientes de la hostia, casi sin esforzase, grillándose las
clases sólo para demostrar que puede sacar los contenidos con media meninge, y
media hora de empollamiento, y no -como insinúan los profesores, y balbucean sus
compañeras- para irse por ahí a liarla, a la kale borroka, a planear movidas, a
acicalar zulos, a vigilar a futuros desgraciados. Todo eso son habladurías,
envidias, gilipolleces que la ciencia ya ha refutado mil veces porque ser
inteligente y ser buena persona es exactamente lo mismo, dos caras de la misma
moneda, y Ane, bueno, es el vivo ejemplo.
Y da igual que a Lide, la madre coraje, le presenten pruebas
abrumadoras contra su hija: que la hayan pillado rajando ruedas, o robando
dinero, o lanzando cócteles molotov... Sí, es Ane, pero no es Ane, a ver cómo
lo explico. No son sus genes, eso desde luego, porque asumir eso sería como
asumir que yo misma tengo parte de culpa, que vengo de una estirpe medio
tarada, y por ahí no paso. La culpa de que Ane haga esas cosas -insisto, si las
hiciera, o las hiciese- es de su padre, que es un divorciado lamentable que
vive con su madre; o de su madre misma, la suegra, que todo lo soluciona
rezando. La culpa es, por supuesto, de los profesores, que
nunca la han entendido, y de sus compañeras, que nunca la han aceptado, y del
sistema, que nunca la ha encarrilado.
Y así toda la película... En fin... La culpa, querida Lide,
no es de nadie. Guarda toda tu rabia. Los hijos son como son. La gente es como
es. Los hijos nacen, crecen, y luego, antes de reproducirse -o no- salen por Antequera,
o por Gasteiz, a su puto rollo. Que encajen más o menos en el mundo sólo es
cuestión de suerte.
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