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A mí lo que me van son las comedias negras. Lo azul oscuro
casi negro, que decían en la película. Cada vez que me topo con una comedia donde
triunfa el buen rollito, me entra como una incredulidad, como un nerviosismo
tonto en el culo, que ya no reposa, y ya
no encuentra su acomodo en el sofá. Y aunque sé que transito por los
territorios de la ficción -y que podría, al menos, abandonarme a una versión mejorada
de la humanidad- algo en mí se rebela,
se revuelve contra el flower-power de los roussonianos, y contra el discurso
tonto de la New Age. Cuando me veo así atrapado, tardo un minuto en cancelar la
programación para rebuscar en mi videoteca una comedia que me haga reír, y no me
lleve la contraria. Una comedia ejemplar, y de vidas ejemplares, donde todo el mundo
sea malvado y vaya a lo suyo. Donde nadie escuche a nadie, y todo sea como una
gran sopa donde flotan los estúpidos y las egoístas, las tunantas y los gilipollas...
La vida misma que transcurre tras el ventanal.
Ted Lasso es la antítesis de mi ideal; la comedia amable que
tenía prohibida por mi médico. En Ted Lasso to er mundo e güeno. Incluso
los imbéciles -y las resentidas, y los avariciosos, y los chulos de mierda-son
buenos, o tienen su corazoncito dispuesto a rectificar. La serie la protagoniza este tipo insufrible llamado Ted
Lasso, que es una especie de Ned Flanders que ha venido al Richmond C.F. a
salvar al equipo del descenso, y a salvar a sus integrantes del abatimiento.
Ted Lasso es un iluminado que siempre tiene la palabra exacta, la parábola
necesaria, el ejemplo que venía al pelo para levantar la moral de la tropa. El
tipo sabe de amor, de desamor, de derrotas, de victorias pírricas, de felicidades
incompletas y de sueños por alcanzar. Tiene la paciencia de un monje budista, y
la sabiduría de un filósofo griego. Es medio tonto y medio japonés...
Pero no sé por qué -será la alergia primaveral, o el bajón
emocional, o a vacuna de AstraZeneca -Ted Lasso me ha liado con sus payasadas, y
con sus haikus de galletitas de la suerte. He llegado al episodio final en un
visto y no visto, incrédulo y emocionado a partes iguales. La vida no es así.
La gente no es así. Las comedias decentes, incluso, no son así. Y Ted Lasso, aunque meritoria, es una comedia indecente y manipuladora... Pero estos días
-en lo laboral, y en lo filosófico- estoy de vacaciones.
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