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La lista de Schindler

🌟🌟🌟🌟🌟

Mientras veía la película recordé de pronto a mi ex cuñado, el de los bugas, el que sólo veía programas de taekwondo presentados por Coral Bistuer, allá por 1993 o 1994, explicándonos en la mesa -como explicaba él siempre las cosas, entre el heroísmo paleto y la chulería sin apellidos- que se había ido del cine a la media hora de empezar “La lista de Schindler” porque aquello era un rollo inaguantable.

- ¡Menuda puta mierda de película! ¡Y sin colores! ¡El blanco y negro, como digo yo, para los intelectuales! – explicó a la nutrida concurrencia en un tono casi de político mitinero, imitando un poco, pero sin pretenderlo, porque él no tenía ni puta idea de quién era, a Miguel de Unamuno cuando escribió aquello de que inventen los europeos, o los americanos, en su correspondencia con otros filósofos menos estomagantes.

Tras soltar su diatriba contra el blanco y negro de las películas, mi ex cuñado me miró de reojo como buscando peleílla, discusión de bajuras, seguro de que jugando en casa y rodeado de familiares que eran más o menos como él, iba a golearme con sus argumentos si yo le rebatía.

- El que diga que esa mierda de película es mejor que cualquiera de Chuck Norris es que no tiene ni puta idea...  

¿Y por qué me lo decía a mí? Porque yo, en el país de los ciegos, fui el tuerto que semanas atrás, en vez de meterme la lengua en el culo como hacía casi siempre, había recomendado ver “La lista de Schindler” ya no sólo porque era una película cojonuda, sino porque casi era un deber para toda persona civilizada: por conocer, por recordar, por no olvidar nunca lo sucedido. 

Enervado, ya iba a saltarle con algún argumento cuando mi ex cuñada, su hermana, que también había ido a ver la película con su novio el de las mancuernas -y el de la polla kilométrica, según aseguraba él mismo cuando alcanzaba el tercer cubata- soltó para zanjar la discusión y ahorrarme ya el esfuerzo de pelear:

- Sí, porque además, todo eso del Holocausto depende de las versiones. ¿Tú estabas allí y lo viste? Yo no. Así que a saber... A lo mejor nos están mintiendo. Yo no miro ni los telediarios. Soy apolítica.




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Mad Men. Temporada 5

🌟🌟🌟🌟🌟


Los sabios griegos -porque no todos los griegos eran sabios- afirmaban que el carácter es el destino. Que así naces y así te irá. Grosso modo. O sin grosso, qué cojones. El inteligente medrará, el tonto fracasará, el loco enloquecerá... Es de cajón. Todo lo demás es literatura o autoayuda, o autoayuda literaria.

La ecuación que iguala carácter y destino es atribuida por los estudiosos a Heráclito de Éfeso, que era un ermitaño autodidacta y un poco desastrado, y yo casi estoy por poner un retrato suyo en mi habitación. Pero siendo verdad lo del carácter, no es menos verdad lo del fenotipo. Y de eso, que yo sepa, los griegos no dejaron escrita una sentencia tan rotunda e intemporal. 

Lo pensaba mientras veía a Don Draper en la quinta temporada de “Mad Men”, de nuevo imparable en su rol de ejecutivo agresivo y de conquistador de las mujeres más atractivas de Manhattan. Yo quisiera ser como él, ay, pero para eso tendría que nacer como él: empezar de cero, desde los cimientos, proteína a proteína.  Renacer en otra vida con esa suerte combinatoria en el ADN. Por mucho que yo tratara de imitarle en este entorno empobrecido de La Pedanía, sería eso: una imitación: lamentable y contraproducente. Es verdad que uno tiene que mostrarse tal como es, pero no por gusto, sino por necesidad. 

Guardo ya cinco cuadernos, uno por cada temporada, repletos de anotaciones y de bosquejos. En un concurso de imitadores de Don Draper yo calcaría todos sus gestos de galán y tiburón. Lo que mejor se me da es lo de encender el pitillo con el Zippo, ahuecando así la mano. Y lo de levantar la ceja en la barra del bar, mientras la bella señorita me sondea con la mirada. Son muchas horas las que he pasado estudiándole al dedillo por si acaso, No creo en la resurrección de la carne, pero sí en los avances de la ciencia. Espero que antes de palmarla, los americanos inventen una Fenotipic Configurator Machine (FCM) que nos deconstruya como a las tortillas de patatas y luego nos reconstruya al estilo de nuestros fuckers predilectos. Me quedarían pocos años para disfrutar de tal metamorfosis, pero jo, qué años...





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Californication. Temporada 3

🌟🌟🌟🌟

California, en “Californication”, es el paraíso perdido del sexo. El mismo que florecía entre el Tigris y el Éufrates y que ahora los seres humanos han recobrado mientras Dios se despistaba. Adán y Eva, aunque en los retratos salgan idealizados como caucásicos de libro, en realidad fueron los dos últimos bonobos de nuestro árbol genealógico: la mona chita y el mono chito. Los churumbeles que engendraron ya no fueron bonobos, sino “Austrolapitecus lejanensis”, y con ellos se cerró el tiempo feliz del loco fornicar.

Como los antiguos nada sabían de la selección natural ni de la mutación del ADN (que fueron las dos grandes putadas que nos convirtieron en la tristeza que ahora somos, monos vestidos y vergonzosos), los escribas se inventaron la figura poética del ángel flamígero para explicar que la fiesta se había terminado, y que ahora ya sólo quedaba apechugar, y apechugarse entre las sombras, a escondidas de los demás. Todo por el bien de la civilización.

“Californication” es una fábula moral sobre el regreso al árbol, a los tiempos prebíblicos en los que no había Dios ni escritura. Hank Moody se mueve con su coche sin faro -y su pene sin fallo- por una fantasía que limita al oeste con el océano de las surferas, y al este con las colinas de las millonarias, todas loquitas por sus huesos. Moody copula a todas horas, de noche y de día, a diestro y siniestro, a troche y moche... Mientras el amor de su vida -la tal Karen- deshoja la margarita eterna de los cien mil pétalos, Moody va por las fiestas tarareando los versos de George Michael:

Sex is natural,

sex is good,

not everybody does it,

but everybody should.

Sex is natural, sex is fun..

"Vamos a dejarnos de hostias", vino a decir don Michael en esta canción. Y es como si esa musiquilla, como si esa letra insidiosa y provocativa, flotara sobre las cabezas de todos los personajes. También sobre a cabeza de los más feos, que algunos hay, porque esto es California, y esto es “Californication”,  y en el paraíso recuperado nadie se queda sin morder la manzana del placer. 





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