La mamá y la puta

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A pesar de lo que dice el título, aquí no salen ni putas ni mamás. Sólo amantes contrariadas. Aun así, hay exégetas que aseguran reconocer en un par de mujeres el arquetipo de la madre y el arquetipo de la puta. Arquetipo...: hay palabras que las lees en internet y te pones a temblar. Sobre todo si aparecen en la crítica de una película francesa. Yo creo que el cine francés está sobreinterpretado desde los tiempos de Perpignan. Es la creencia boba de que ellos poseen una interpretación única de las relaciones personales, cuando luego, en realidad, como en cualquier cinematografía que se precie, el cine francés casi siempre trata de una cosa tan básica como el follar. 

“La mamá y la puta” va de hombres y mujeres que se lo pasan en grande follando mientras esperan que de algún polvo alcoholizado nazca por fin el amor verdadero. Es la vida misma de los jóvenes en París, y más de aquellos parisinos desinhibidos tras el mayo del fracaso. La vida misma de los jóvenes sanos y equilibrados en cualquier país civilizado. Un afán tan noble como universal, y tan poco propicio para las sutilezas literarias.

Se pongan como se pongan los refinados, en “La mamá y la puta” ni aparecen las madres de los protagonistas ni hay mujeres que se acuesten con Alexandre por su dinero. Al contrario: Alexandre es un bohemio que se aprovecha de ellas, un vividor que se presenta en las cafeterías -y qué cafeterías, además, las más lujosas del Boulevard de Saint-Germain- con los bolsillos colgando por afuera. A Alexandre le gustaría escribir, publicar, recibir premios y agasajos... Pero se queda en eso: en que le gustaría. Acude a las cafeterías armado con una libreta y un boli solo para disimular que lo suyo es tirar la caña y probar suerte en el amor. 

Alexandre es un gorrón y un picaflor infatigable que lo tiene todo para ser rechazado por cualquier mujer sofisticada: es medio facha, petulante, gorrón, infiel por naturaleza... Pero es la mar de guapo y folla como un campeón en la materia. “La mamá y la puta” es la enésima confirmación de que en el amor primero viene la belleza y luego aparecen las preguntas.




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