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Los vampiros son la Tercera V铆a entre la inmortalidad y la disoluci贸n en la nada. Existe otro M谩s All谩 gracias a ellos. Los vampiros siempre son bienvenidos en mi sal贸n a pesar de los sustos que me dan. Ellos son portadores de un evangelio tan esperanzador como aquel de Jesucristo: la prueba no-viviente de que a veces no hace falta resucitar. De que puedes irte y no irte al mismo tiempo, como los futbolistas que aplazan sine die sus decisiones de traspaso.
Nosferatu y su primo Dr谩cula solo asustan a los buenos cat贸licos que temen perder su billete para el Cielo. “¿Y si un d铆a voy caminando por la calle y me muerden en el cuello?” Los creyentes tienen mucho que perder y poco que ganar. Es normal que los vampiros les aterroricen y que los combatan con su medalla dorada de la Primera Comuni贸n. Los ateos, sin embargo, celebramos la aparici贸n de los vampiros con un pajarillo cantando en nuestro coraz贸n. ¿Y si fuera posible morirse pero no morirse del todo? ¿Vagar entre las sombras aunque tengas que vivir desterrado en un castillo remoto de los C谩rpatos o de los Ancares? Todos firmar铆amos un contrato semejante con el Diablo.
El conde Orlock de “Nosferatu” vive en el siglo XIX y se aburre como una mona entre los libros cien veces rele铆dos. Su cara de loco no proviene de la maldici贸n, sino del aburrimiento infinito. Orlock no dispone de tel茅fono, de radio, de televisor... Los riders de Glovo no llegan a las estribaciones de su castillo tray茅ndole comida china o delicias del Pizza Hut. Lo suyo es un muermo de existencia. Pero ahora, en el siglo XXI, si dispones de una buena conexi贸n a internet, ya nunca te aburres cuando llega el amanecer y tienes que encerrarte en tu s贸tano para no disolverte como el humo al contacto con el sol.

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