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Al principio pensé que "Materialistas" era una película sobre el materialismo dialéctico, ése que enseñaba mi abuelo Karl en sus exilios por Europa. Pero me equivoqué. Ya me parecía raro que Dakota Johnson y Chris Evans participaran en una película de tal calado filosófico... Y revolucionario. Ya nadie habla del materialismo dialéctico desde que cayó el muro de Berlín y así nos luce el pelo a los desheredados.
“Materialistas” tampoco profundiza en esa sabiduría ancestral que el doctor Severo Ochoa redujo en un axioma inolvidable del pop&rock: somos física y química. Y lo demás, la metafísica y el espíritu, fenómenos emergentes de las neuronas. Porque está el materialismo de mi abuelo Marx y el materialismo más antiguo que predicaba Demócrito de Abdera, y que yo también aplaudía bajo el pupitre y a espaldas de los curas.
No. “Materialistas” habla de la tercera acepción del materialismo, que es el afán por el dinero y de la subordinación a su reinado de todo lo demás. Del amor incluso. “Materialistas”, a su modo, está hablando de prostitución. Porque hay muchas prostituciones y no solo la del bar de carretera, o la de la escort en internet. Cuando una mujer como Dakota Johnson decide que ya sólo se casará con un hombre rico para dar carpetazo a su vida romántica, también se está prostituyendo. Y está bien que así sea. Nada que objetar. Si nadie engaña a nadie, miel sobre hojuelas. Sexo a cambio de bienestar: es una transacción tan vieja como el mundo.
La gran pregunta es cuánta belleza tiene que irradiar un hombre para que una materialista de pro como Dakota Johnson se olvide de la pasta. La belleza de Chris Evans es al parecer deslumbrante y suficiente. Hay tipos con suerte, desde luego... De la otra belleza, la belleza interior, esa que las mujeres dicen valorar por encima de la física porque lo importante es el intelecto y el sentido del humor, no hay ni rastro en la película. Y también esta bien que así sea. Vamos a dejarnos ya de gilipolleces.

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