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Deliverance

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Deliverance es la historia de cuatro pijos de Atlanta -empresarios de mucho éxito en lo suyo- que deciden pasar el fin de semana haciendo eso que ahora todo el mundo dice practicar en Tinder, para quedar de intrépidos aventureros, o de intrépidas findesemanistas: un descenso en canoa por aguas montañeras que de vez en cuando salpican la cara y mojan el chaleco salvavidas. La última moda del ligue, que ahora llaman rafting, además, para fardar de nivel medio inglés, los usuarios, y las usuarias…

    Los cuatro amigos han decidido bajar por el río Chattooga a modo de homenaje a sus aguas bravas, pues dentro de poco la modernidad va a construir allí un embalse del plan Badajoz que anegará los paisajes y desencabritará las corrientes. A ellos, como a casi todo el mundo, les gusta la naturaleza salvaje, la casi intocada por el hombre, pero tampoco van a renunciar a la electricidad que surgirá del esfuerzo hidroeléctrico, y que alimentará sus cachivaches domésticos del año 1972. Será un ejercicio de remo, sí, pero también un ejercicio de cinismo medioambiental, que todos seguimos practicando en la actualidad con mayor o menor conciencia. Y que santa Greta Thunberg nos perdone…



    El tramo salvaje del río Chattooga transcurre por el lejano condado de Paletolandia, y cuando los cuatro amigos de la “capi” aparcan sus bugas en la gasolinera y estiran las piernas antes de desatar las canoas, aprovechan para reírse un poco del personal que toca el banjo y mastica los tallos de las gramíneas. Gentes emparentadas con el Cletus de Los Simpson que han sufrido la devastación genética de la endogamia, tan arraigada en los montes Apalaches que a quien no le falta un verano le falta un hervor, o un buen tramo de la dentadura. Estos tipos -piensan los cuatros amigos comandados por Burt Reynolds- estarían para vender pañuelos en los semáforos, o limpiar los aseos de las oficinas, allá en la civilizada Atlanta. Pero se les olvida que están jugando en campo enemigo, y que cualquier equipo del montón, en su campo embarrado, rodeado de su gente, con el árbitro acojonado por la presión, es capaz de igualarle el partido a cualquier formación de profesionales prepotentes. Mientras las señoritas de la ciudad disfrutan de su descenso en canoa, ellos, los paletos, organizarán una partida de caza humana con sus escopetas de cazar conejos…



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