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Rebeca

🌟🌟🌟

Lo que no se dice en Rebeca, porque estamos en 1940 y bastante se insinúa ya sobre la lascivia de esta mujer, es que la primera señora de Winter, cuando su marido y sus amantes se iban a jugar al golf, aprovechaba para calzarse también al ama de llaves, a la famosa señorita Danvers, que ahora, al inicio de la película, vaga por Manderlay como alma en pena, y como cuerpo sin éxtasis.

    Lo primero que uno piensa de Rebeca de Winter, aparte de ser una bisexual intolerable para la época, es que iba tan burra que lo mismo se acostaba con hombres apuestos de la jet-set que con mujeres feuchas de la servidumbre. Cualquier cosa, con tal de apagar el fuego que la abrasaba. Pero quién sabe: tal vez, en la precuela de Rebeca que nunca se rodará, pero que a mí me apetecería mucho ver, la señorita Danvers era una mujer jovial, cantarina, enamorada del mundo, incluso guapa, y seductora, que al entrar en tratos con su divina señora transfiguraba su rostro, y sonreía a los pájaros en el alféizar de su alcoba, tras las marejadas del amor.



    Quizá el odio que destila la señorita Danvers hacia su nueva señora sólo es eso,  desinterés sexual. Nada personal. La certeza de que con esa poquita cosa de Joan Fontaine -aunque un día improbable se pusieran al asunto- nada iba a ser como antes, en el tálamo clandestino. O quizá está pirada de verdad, la señorita Danvers, como se insinúa en la película para tranquilidad de las beatas, y respiro de los pacatos, y ella se encuentra con fantasmas imaginarios por los pasillos de la mansión: el de Rebeca, y el de sus besos, y a toda la reata de señoras de Winter que allí vivieron en los siglos anteriores, vestidas con sus cosas estupendas.

    No sé: son teorías sexuales que yo me monto para aplacar el aburrimiento. Y el sentimiento de culpabilidad, porque de nuevo, ante el clásico incuestionable y venerado, me he sentido un cinéfilo de Tercera División. El farsante provincial de toda la vida… Sólo el tramo final de Rebeca ha despertado mi sensibilidad de garrulo. El resto ha envejecido mal, muy mal. Música entrometida, transparencias lamentables, diálogos de merluzos, comportamientos caprichosos… Menos mal que esto no es un blog de cine, sino un diario camuflado, y que para pastorear almas sensibles ya existen otros foros por ahí.



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