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Los últimos de Filipinas

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Está mal esto que ponen en la Wikipedia. Los últimos de Filipinas -o al menos lo que yo entiendo por Filipinas- no fueron estos soldados del Baler, abandonados a su suerte por la burguesía española, que siempre tuvo como lema: “Muerto el negocio, que se joda la infantería. Porque los hijos de los pobres -y aquí hago un inciso revolucionario- sólo servían para esto: para poner el pecho ante las balas, por Dios, y por España, y por la larga vida de los Borbones, que ahí siguen, claro, nos ha jodido, sin haber perdido jamás a nadie en combate, preservando el apellido... Ahora que los pobres ya sólo sirven para poner copas, tengo que reconocer que hemos mejorado mucho en lo político y en lo social. ¡Vivan las cadenas!

Estos desgraciados del sitio del Baler -y los obtusos de sus oficiales, que hay que ser obtuso, e hijo de puta- fueron los últimos defensores de Filipinas como islas, como territorio colonial ubicado en el Pacífico. En eso, por supuesto, no tengo nada que objetar. Pero ni siquiera ellos fueron los últimos balaceados del Imperio Español. El sargento Arensivia, aquel chusquero que se dejaba hasta la última gota de sangre en las viñetas de “El Jueves”, pasó su aguerrida juventud  sirviendo en el Sidi Ifni, y tragando arena del desierto mientras izaba la bandera rojigualda.

Filipinas -quiero decir- es un símbolo, una manera de hablar, un referente mítico que engloba nuestro pasado colonial: el nacionalcatolicismo que viene de Felipe II, y el sueño de horizontes victoriosos y muy españoles, que diría don Mariano. Los últimos soldados de estas Filipinas ampliadas -de estas Filipinas 2.0- tienen que ser, en justicia, los últimos que sufrieron aquella mierda, aquel orgullo estúpido de ser el faro de Occidente. Filipinas era un estado mental, un patriotismo casposo, un ideal maloliente. Los últimos de Filipinas -los que yo pondría verdaderamente en la foto de la Wikipedia- somos nosotros, la generación del 89 de los Maristas de León, la última que no fue mixta, que se educó a la antigua, sin chicas en clase, pero con muchos curas fascistas dando po'l culo. Una generación adoctrinada, asustada, embaucada en los valores eternos de la España decadente. Nosotros -sí nosotros- fuimos las últimas víctimas del Imperio Español: del territorial, y del ideológico, y de sus lunáticos defensores. La putada es que ahora están regresando...



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