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Training Day

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Aquí, en el colegio de Educación Especial, también existe el Training Day para los que aspiran a patrullar estos pasillos y convertirse en agentes de la ley educativa. Por estas fechas de la primavera, las candidatas al puesto -pues la mayoría son mujeres, en sesgo profesional que merecería sin duda una tesis doctoral- se presentan en las puertas del centro como Ethan Hawke en su primer día de detective, armadas con sus carpetas de reglamento y sus bolígrafos de alto calibre. 

    Aunque presuponemos que todas vienen bien formadas de la Loca Academia de Magisterio, son muy pocas las que han tenido contacto previo con alumnos discapacitados: las que ya conocen los saludos efusivos de los Down o a los desdenes gélidos de los autistas. La mayoría viene in albis, a verlas venir, o ha oído leyendas urbanas sobre alumnos que se sobrepasan, alumnas que se abalanzan, espontáneos que aparecen de sopetón por los pasillos. Así que pasan su Training Day con la guardia subida y los nervios en tensión, pegando respingos, saludando al aire, interaccionando torpemente con los niños que se acercan curiosos o se alejan indiferentes.

    En los viejos tiempos del colegio, yo hacía de Denzel Washington con las novatas que pedían conocer a mis alumnos, que en principio son los más problemáticos del elenco. Me ponía muy docto con ellas, y muy cínico también, dándomelas de profesor veterano que había sobrevivido a varios Vietnams educativos, con arañazos en las brazos y posos de sabiduría en el expediente. Un tutor de prácticas que conocía las triquiñuelas del oficio, los atajos, los santos remedios. “No hagas caso de lo que te enseñan en la Facultad, María, o Engracia, que ésta es la verdadera universidad del día a día…” “Una cosa es la teoría de los libros y otra la práctica de las aulas…” “Aquí quisiera ver yo a tus profesores de pedagogía, batiéndose el cobre, o dando el callo…” Gilipolleces por el estilo que ahora me da mucha grima recordar. Postureos de macho engreído como los del tal Alonzo de los cojones....



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