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Los precog de Minority Report son unos genios de la
adivinación, unos mutantes de la neurona. Nada que ver con Rappel y su escuela de
nigromantes. Pero los precog también son -vamos a decirlo todo- bastante
limitados. Lo único que pueden ver en el futuro son los asesinatos. No sirven
para acertar un quiniela, para adivinar si lloverá, para saber si finalmente
fulanita me amará. No cuentes con ellos para saber si el gobierno agotará la
legislatura, si la luz seguirá subiendo de precio, si la novela encontrará
después de todo un editor... Para todo lo que no sea adivinar una muerte
violenta, Ágatha y sus hermanos sólo son un adorno, una curiosidad científica.
Y puede que también unos rehenes del Estado. Ellos mismos, las víctimas de un
delito.
Sucede, además, que hay muchas formas de matar, diferentes al
disparo o al apuñalamiento, y que ellos tampoco las sueñan en su piscina de los
iones. Se puede matar de hambre, o cerrando un hospital, o reduciendo un presupuesto
primordial. Se puede matar a disgustos, a insultos, a vejaciones. Se puede
matar, simplemente, olvidando al pre-muerto. Y para toda esta panoplia de
crímenes incruentos, ellos, los precog, están ahí como si oyesen llover.
Quiero decir que, después de todo, yo no soy tan distinto de
los precog de la película. Yo también tengo una parcela de futuro donde las
clavo casi todas, sin apenas equivocarme. Es la marcha del Real Madrid,
concretamente su sección de fútbol masculina, donde quizá más por viejo que por
perro, me las huelo todas con meses e incluso años de anticipación. No alcanzo,
en mis profecías, el refinamiento de estos precog de Philip K. Dick,, que
aciertan la hora exacta, y el lugar, y hasta concretan la escena con todo lujo
de detalles. Lo mío, al no ser yo mutante, es mucho más modesto, más de
aproximación en el diagnóstico, pero vamos: que si digo que fulano es una estafa
de jugador, o se cae en el invierno de las alineaciones o en el verano a más
tardar; y si digo que mengano es un pufo de entrenador, indigno de nuestro
club, tarde o temprano lo acaban largando por la puerta chica. Y todo así. Y
sin cables en la cabeza, ya ves tú.
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