Indiana Jones y el templo maldito

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De niño, en León, yo no podía ver las películas que se estrenaban en la competencia porque mi padre trabajaba en los cines rivales, y argumentaba que pudiendo yo entrar gratis en ellos, las veces que quisiera, como el niño aquel de Cinema Paradiso, por qué iba a darme dinero para ver otras películas que podría recuperar de mayor, cuando ganara un sueldo  y dejara de pedigüeñarle las propinas.

Las películas de Star Wars que construyeron mi infantilismo se estrenaban por navidades en nuestros cines -bueno, en “sus” cines, que eran de unos propietarios asturianos- pero las películas de Indiana Jones, aunque también venían paridas por George Lucas, se estrenaban siempre en el cine Emperador, el más bonito de la ciudad, que en realidad era un teatro donde a veces se festejaban óperas y ballets. Una vez vino el Bolshoi a pegar botes y yo estuve rondando las cercanías para ver rusos de verdad, aunque fueran comunistas fugaces y fugitivos. Quiero decir que el cine Emperador era un lugar casi aristocrático donde cualquier película de mierda parecía otra cosa, como de arte y ensayo, como si el marco hiciera más valiosa la pintura. Pero eso lo descubrí, ya digo, muchos años después.

Es por eso que la primera vez que vi Indiana Jones y el templo maldito no la vi, sino que la escuché, de labios de un amigo que había ido con sus padres y había regresado maravillado. El amigo nos contó cosas inconcebibles y asquerosas sobre el templo maldito: que en una cena servían sesos de mono, y sopa de ojos, y culebras vivas, y sorbetes de cucaracha. También nos dijo que salía una tía muy buena, la novia de Indy, pero que casi no te daba tiempo a enamorarte porque seguían pasando cosas muy repugnantes. Una de ellas, que a un hindú le sacaban el corazón de cuajo, arrancado por el puño de Mola Ram, y que aun así el tipo seguía vivito y acojonado. Qué barbaridad, dijimos todos los presentes... Aún no sabíamos que todos íbamos a pasar tarde o temprano por ese ritual, aunque fuese de modo metafórico. A mí, por ejemplo, me arrancaron el corazón hace algún tiempo y aquí sigo, vivito y coleando, y escribiendo estos recuerdos.