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La acción de Indiana Jones y el reino de la calavera de
cristal transcurre en 1957. Mientras Indiana y su hijo dan botes por el Perú
de los incas, a este lado del charco, con otra fanfarria distinta a la de John
Williams (la espera inolvidable de la conexión a Eurovisión), el Real Madrid gana
su segunda Copa de Europa. La segunda consecutiva. Luego vendría otras tres,
también consecutivas, para conformar cinco años de reinado en Europa que ya son
mito y recurso de tertulia. Pero que dan mucho que pensar.
La leyenda blanca habla de un lustro tiránico, napoleónico,
donde nunca se ponía el sol en nuestros dominios. Vendavales blancos, como de
nieve, o de ángeles, donde el Madrid marcaba goles por designio divino, porque
así venía escrito en las profecías y así se había de cumplir en el evangelio. El
Santiago Bernabéu era un trozo del Paraíso Terrenal que alguien -quizá el mismísimo
Indiana Jones- había traído de Mesopotamia para que allí creciera nuestra
leyenda.
Pero luego vas a la crónica detallada, al libro de memorias,
y resulta que algunas eliminatorias se ganaron de chichinabo: porque de pronto
nevó, o se conjuraron los postes, o el rival sufrió una desgracia inverosímil...
No los árbitros, por supuesto, porque Franco en Zúrich pintaba lo mismo que yo,
no sé, en la Moncloa, pero sí una especie de conjura histórica, inexorable. Miles
de flores minúsculas que quizá crecían en el culo de los entrenadores.
El Madrid era la hostia, por supuesto, y yo soy el primero
que reivindica su gloria y su legado. Pero no dejo de pensar que allí había una
fuerza sobrenatural que luego nos abandonó. No el Arca de la Alianza, que yacía
en un hangar, ni las piedras de Sankara, que a saber dónde están, ni el cáliz
de la Última Cena, que aquella buenorra no pudo rescatar... En esta última
película, cuando Indy y su troupe llegan a la cámara de los extraterrestres, me
pongo a contar las calaveras y sólo falta una, la que ellos mismos acarrean.
Así que el misterio de aquellos cinco años inexplicados y sobrenaturales quizá
requiera de una quinta entrega. Indiana Jones y el brazo incorrupto de Santa
Teresa, a lo mejor.
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