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La casa

🌟🌟🌟

Si yo hubiera heredado una casa como ésta, en el pueblo perdido de la montaña, pasaría largas temporadas en ella y sólo me verían el pelo los que vinieran a visitarme. 

Para disfrutarla como se merece no le perdonaría a la vida ni un puente, ni una vacación, ni una ausencia injustificada. Allí sería feliz como un monje medieval que sólo tiene amantes los años bisiestos Y si la amante de turno me dijera que no le gusta la casa, pues mira: puerta. El mercado del amor está muy jodido, pero no tanto como el mercado inmobiliario.

Pero yo, ay, provengo del proletariado ramplón, de la estirpe de los desheredados. De mis antepasados rurales sólo me quedan estos genes imperfectos y esta cara de merluzo. En los pueblos de mis raíces todo se vendió o se malogró antes incluso de que yo naciera. En mi infancia jamás hubo una casa del pueblo a la que ir en vacaciones. En mi familia hubiéramos matado por tener una, y ya ves: los hijos de Antonio, en la película, huyen de la suya porque se aburren, porque sus mujeres prefieren la playa o sus maridos son más de viajar por países raros y presumir luego ante las amistades. Es imposible no odiarles. 

Todo el mundo me cae mal en esta película y no lo puedo remediar. Por ahí se me va la empatía y se me arruina el melodrama. Los hermanos Callejo lloran, ríen, se abrazan con mucha ternura, pero yo sólo contemplo a urbanitas caprichosos que traicionaron a su padre. Es como vivir en Etiopía y ver una película sobre alta cocina en Nueva York. Don Antonio tendría que haberlos desheredado para dejarme la casa a mí. Yo sí que se la hubiera valorado. Dios le da pan a quien no tiene dientes. 

Me he pasado toda la película imaginándome a la sombra de ese naranjo, leyendo los libros fundamentales con una concentración que sólo encontré una vez en la vida, en otra casa que tampoco era la mía. También es verdad que si yo tuviera una casa como ésta, aislada pero integrada en la civilización, mis vecinos de alrededor se pasarían todo el día con el chunda-chunda y todas las noches celebrando fiestas en el jardín. La mochufa, que diría Santiago Lorenzo. Yo atraigo la desgracia. Soy el Destructor de Mundos, como Galactus.




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