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Los dirigentes del Barça están muy indignados estos días, hablando de contubernios españolistas y de ataques a la nación catalana, porque
la FIFA les ha castigado por incumplir las normas de captación de jóvenes
jugadores. Lo que los
dirigentes del Barça no parecen entender es que las normas existen por alguna razón, y
que La Masía, por muy estimable que sea su labor, no puede ser un territorio
ajeno a la legalidad. La república independiente y blaugrana del fútbol mundial. A estos
hombres trajeados que hablan del complot judeo-hispánico, y de la perfidia
internacional de Florentino Pérez conchavado con los del Club Bilderberg, habría que sentarlos en la sala de un cine para
ver esta película titulada Diamantes
negros, y así comprender el quid de la cuestión. Por las calles de Europa
pululan miles – y no es una exageración, miles- de futbolistas africanos,
menores de edad, que fueron traídos con la promesa de jugar algún día en los grandes
equipos, entre ellos el Barça. Los ojeadores viajan a sus países de origen, de
pobreza nauseabunda y futuro de muerte; allí reclutan a los más capaces en el
caprichoso avatar del balompié, les sacan un dinero en concepto de gastos de
viaje y de manutención, les falsifican la edad en los documentos oficiales, y
luego, ya aterrizados en las ciudades del gran fútbol, les abandonan a su suerte si
resultan no ser tan buenos como se pensaba. Si el chaval no la pega del todo
torcida, y si se hace con los esquemas de juego y las recomendaciones del
entrenador, llegará a jugar en equipos de categoría regional que no tienen ni
un duro para botas, muy lejos de los estadios con tropecientos mil espectadores
y millones de vatios en los focos. Los más afortunados de esta legión africana llegarán
a jugar en equipos de la segunda división estonia, o de la tercera división en
Portugal, ellos que soñaban con ser el nuevo Drogba o el nuevo Etoó. La
mayoría, la triste mayoría, se queda
pululando por las calles, sin saber el idioma, sin dinero para regresar a sus
países, dedicados al subtrabajo, a la mendicidad, a la delincuencia incluso,
los más desesperados.
Por cada niño ilegal
que es formado en La Masía, hay otros cien que son engañados con la promesa de ser
formados en La Masía. Ese es el problema, y no parece muy difícil de entender. Esa
es la prohibición que los dirigentes del Barça no respetaron, y que siguen sin asumir, como si la cosa no fuera con ellos. Se hacen los
suecos, por supuesto.