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De tener una máquina del
tiempo -un DeLorean no, porque no sé conducir, pero sí una lavadora Balay de
esas que centrifugan sin dar muchos bandazos- jamás se me ocurriría visitar el
tiempo de Jesucristo. Menuda gilipollez. Lo responden hasta los viandantes no
católicos cuando les ponen un micrófono en los morros: “Pues yo... viajaría al
año 0, para conocer a Jesús”. Y sonríen muy satisfechos con su originalidad.
Para empezar: no existe el año 0; y para seguir: Jesús no existió. Jesús no es
más que el resumen mitológico de aquellos predicadores desaseados que se bañaban a
orillas del Jordán. Casi todos esquizofrénicos que se escapaban del Manicomio Municipal
de Cafarnaúm. Tipos que veían visiones, que ostentaban la Verdad, que decían
ser hijos del mismísimo Dios... Una caterva de pirados.
Luego, en la segunda posición
del ranking, también originales que te cagas, están los que dicen que ellos
irían, “sabusté”, al tiempo de los romanos, a conocer... a los romanos, pero
así, sin especificar, sin aclarar si viajarían a la Roma republicana o a la
Roma imperial. Si a conocer ya de paso a los etruscos o saludar con la mano a
los bárbaros que cruzaban el Rin vociferando. Qué se la he perdido a esta
gente, me pregunto yo, en el tiempo de los romanos: malos olores, violencia, mugre,
muertes tempranas, ciudades asoladas por las ratas... Un único esplendor,
quizá, en el palacio del emperador, y el resto para olvidar, como esos que
viajan a la India para ver el Taj Mahal y luego ya no saben dónde posar la
mirada sin sentir pavor o vergüenza.
Yo, la verdad, no sé a
qué tiempo viajaría con mi lavadora Balay. Porque el Far West de “Regreso al futuro
III” tampoco me seduce gran cosa. Tampoco la Edad Media, ni la Revolución
Francesa, ni el tiempo de los hititas... Siempre he dicho que me gustaría haber
vivido La Movida madrileña, por aquello de llevar una vida licenciosa rodeado
de gachises. Pero haberla vivido de joven, y no ahora, teletransportado a 1980 con
50 tacos en el DNI. El cuerpo todavía aguanta -no lo digo por presumir- pero las
tentaciones seguro que fueron muy fuertes, y muy continuadas, al otro lado del
Manzanares.
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