Mostrando entradas con la etiqueta Jon Favreau. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jon Favreau. Mostrar todas las entradas

The Mandalorian. Temporada 3

🌟🌟🌟🌟


Eddie y yo somos el Grogu y el Mando de La Pedanía. Yo soy grandote, y ancho de espadas, y también muy parco en palabras, mientras que Eddie es pequeñín, con las orejas también retráctiles y puntiagudas, y se deshace en cariños con todo el mundo que le saluda. 

Aunque Eddie vaya con su correa y no subido en un medio huevo, yo creo que nos parecemos mucho a los héroes de Star Wars cuando paseamos por la calle. De todos modos, aquí nadie sabe de la existencia del mandaloriano ni de su mascota. Ni siquiera saben que existe una galaxia lejana donde estas aventuras trepidantes sucedieron hace la hostia de años. Es posible que el camino de Santiago -que pasa por aquí- no tenga nada que ver con el Camino de Mandalore.

Eddie, mi pequeñín, no es tan listo como Grogu o como el maestro Yoda, que según la Star Wars Wiki -qué haría yo sin ella- pertenecen a una “especie tridáctil desconocida”, pero muy sintonizada con los derroteros de la Fuerza. Eddie es un perrete mestizo, proveniente de mil leches, que no recorre los caminos de la Fuerza sino los senderos que discurren entre viñedos y cerezos, donde él sigue los rastros y deja su impronta orgánica sin rastro de midiclorianos. La Fuerza, además, aunque él hubiera nacido con esos bichitos prodigiosos, no llega a estos pagos de La Pedanía, como no llega tampoco la fibra óptica porque tres garrulos con boina se oponen a que los cables pasen por sus fachadas. Puede que ese mismo rabo de la boina sea el que altere el espacio electromagnético para que la Fuerza salga rebotada e ilumine otras poblaciones aledañas.

Yo, por mi parte, solo llevo el casco cuando pedaleo con la bicicleta, y camino por ahí sin una armadura de Beskar que me proteja. Para aislarme de la atmósfera inclemente llevo ropas muy modestas, de andar por casa, compradas en las rebajas del Carrefour. Una vez tuve una novia que me vistió de arriba abajo -no en el Bershka, sino en el Springfield de al lado- porque decía que yo era pintón y no sé qué, y que así estaba más guapo, incluso más mandaloriano, cuando venía a visitarme. 




Leer más...

El libro de Boba Fett

🌟🌟🌟🌟


“Tú antes molabas, tío”, le dijo Samuel L. Jackson a Robert de Niro en “Jackie Brown”, antes de descerrajarle un tiro. Pero aquí, como somos contrarios a la violencia aunque nos gusten mucho las series de mamporros, no vamos a descerrajarle un tiro al pobre Boba Fett. Porque además Boba es un amiguete, un viejo conocido de la galaxia. Pero sí vamos a decirle que antes molaba, pero que ya no. Las cosas como son.

En la trilogía original, Boba Fett le robaba plano incluso a Darth Vader cuando compartían el fotograma. Boba era el mercenario que capturó a Han Solo justo cuando más falta nos hacía su bravura, a los rebeldes republicanos. El final de “El imperio contraataca” fue un funeral en la platea por culpa suya. Salimos del cine pensando que nos habían estafado. Creo que fue justo ahí cuando perdimos la inocencia infantil. Si una película de Hollywood podía acabar mal -¡si una película de Star Wars podía acabar mal!- es que la vida, ay, también podía torcerse en cualquier momento, y terminar en una horrible decepción. ¿Dónde estaba el triunfo del Bien y la derrota del Mal? ¿Dónde la sonrisa de Luke Skywalker y sus muchachos? Puto Boba Fett...

Y sin embargo, cuando salieron los muñequitos coleccionables, hubo hostias por conseguir primero el de Boba, que era el que más molaba, con su casco, su pose desafiante, su identidad no revelada. Boba era un secundario de lujo que decía “As you wish” en una línea de diálogo memorable y luego se caía de la barcaza de Jabba para ser pre-digerido por el Sarlacc. Pero conquistó nuestros corazones infantiles, y por eso, cuarenta años después, nos hemos vestido de gala para el estreno de su biopic: su resurrección entre las arenas, y su reconversión en mafioso de buen corazón. Boba Soprano de Tatooine...

Pero no: no mola. Desprovisto del casco, Boba ha perdido el carisma, el misterio, el mojo. Sus andanzas no nos interesan. Boba era en realidad un señor mayor, y algo gordo, y un poco lento de entendederas. Los responsables se han apiadado de nosotros a partir del episodio 5 y nos han devuelto al Mandaloriano y a Grogu. Y a Luke Sywalker... Esto ya es otra cosa. Ellos sí que molan. Cantidad.





Leer más...

The Mandalorian. Temporada 2

🌟🌟🌟🌟🌟


La mejor serie del año es, digan lo que digan por ahí, The Mandalorian. A varios años-luz de las demás. Tantos como pársecs nos separan de Mandalore. Lo que pasa es que si uno viniera aquí, al foro público, a confesar el entusiasmo, le caerían las chanzas y las sonrisas compasivas. Los fanáticos pondrían un corazón, los no creyentes me ignorarían por cortesía, y la mayoría ni siquiera sabrían responder quién narices es el mandaloriano.  Así que prefiero no escribir nada. Que queden para mí solo, las emociones, y para los allegados en la Fuerza. Voy a hacer como que tecleo, pero esta vez lo haré en el vacío. Dejaré este folio en blanco para rellenarlo con alguna crítica de serie menor, de película segundona, algo que no pueda ni compararse con las aventuras de Mando y Grogu por la galaxia muy lejana.

   Pero quizá me engaño, quién sabe. Quizá me estoy dejando llevar por el frikismo, por el infantilismo, por el entreguismo a George Lucas y sus padawans que trabajan en Hollywood. No digo que no. Puede que The Mandalorian sólo sea eso: un producto para frikis, diseñado para engatusarnos, y que en realidad, visto con ojos racionales, de habitante de esta galaxia tan presente y tan cercana, todo sea humo, gaseosa, parafernalia. Guiño para iniciados. Conozco a más de una mujer que sentada a mi lado, en el sofá, se habría quedado fría, indiferente, incomprendiéndome por el rabillo del ojo, pensando para sus adentros -o quizá para sus afueras decepcionadas: “¿Qué estoy haciendo yo con este tipo?”

    Puede ser, sí. Pero esto es lo que hay. Refugiado en mi salón, donde ya no tengo que fingir que soy un tipo medio culto con aspiraciones intelectuales, lo mío es esto: los Jedis, los mandalorianos, los mini Yodas que han olvidado su poderío de la hostia... Ayer era la una de la madrugada y yo estaba en WhatsApp hablando con otros dos seres adultos desnudados de su adultez. Nos confesábamos la inquietud del día, las emociones, lo mucho que hemos llorado con esa despedida tan esperada como puñetera... Los tres habíamos visto el último episodio de la temporada y teníamos que desahogarnos con algún cofrade de la hermandad. This is the way... Además, Luke Skywalker había regresado a nuestras vidas, y eso, para nosotros, es más importante que el regreso anual de Jesucristo, que ya está al caer por estas fechas. Nuestro Luke no multiplica los panes y los peces, y ni falta que le hace. Él destroza Dark Troopers con sólo apretar el puño en el aire. Ahí es nada.





Leer más...

The Mandalorian. Temporada 1


🌟🌟🌟🌟🌟

Llevo cuarenta y tantos años recorriendo los caminos de la Fuerza. Viajando en el puente aéreo que une la provincia de León con la galaxia muy lejana donde el Imperio y la República se disputaban los sistemas habitados. Donde los Sith y los Jedi se destripaban con las espadas láser que aquí en la Tierra nadie ha patentado todavía, porque serían el juguete más vendido de la historia, eso seguro, pero al mismo tiempo el más mortífero. Padres e hijos asesinándose sin querer, con la tontería... Llevo cuarenta y tantos años de carnet, de militancia, de proselitismo entre los amigos que pasan de Star Wars y prefieren ver las películas de Stallone, o las óperas de Puccini. Desde 1977 que no he parado de ver, de leer, de comprar, de contribuir a la fortuna millonaria de George Lucas bronceado en su rancho.  La de veces que habré soñado, y seguiré soñando, con subirme al Halcón Milenario si algún día aterrizara en este miserable planeta a coger provisiones, o a trapichear un poco de carbonita.

    Cuatro décadas de infantilismo y de tontuna, sí, y lo que te rondaré, morena, porque a estas alturas puedo asegurar que moriré embarcado en uno de esos viajes interestelares, frente a la tele, revisitando las películas, o asomándome a las series.. Quizá mañana mismo, quién sabe, de cualquier aneurisma traidor, mientras veo las aventuras de Mando, el mandaloriano, que es un primo de Boba Fett que se gana los garbanzos en el mundo caótico que dejó la muerte de Darth Vader, y el triunfo paleolítico de los osos amorosos. O tal vez dentro de treinta años, con suerte, de alguna cosa menos traicionera,  cuando alguien esté rodando en Hollywood la quinta trilogía sobre la familia Skywalker, o Disney + haya desarrollado la enésima serie que repase los mundos imaginados por el tío George.

 Será así, más o menos, porque el negocio no tiene pinta de detenerse. Del mismo modo que mi generación adoctrinó a sus hijos en las sabidurías de la Fuerza, ellos, nuestros padawans, adoctrinarán a los suyos en este frikismo que recorre las generaciones como la sangre fluye por nuestras venas. El día que con cinco años entré en el cine Pasaje a ver "La Guerra de las Galaxias", nadie imaginaba que aquello sólo era la primera aventura de una saga sempiterna y multiplanetaria. Una fuente inagotable que iba a saciarnos la sed el resto de nuestra vida. Aquel fue verdaderamente el día de mi segundo bautismo. El que borró todas las huellas que pudo haber dejado el primero.


                              

Leer más...

Iron Man 2

🌟🌟

Acompaño a mi hijo en su fiebre gripal por los superhéroes y me trago, enterita, sabiendo de antemano lo que me espera, Iron Man 2. Ni el gracejo de Robert Downey Jr. ni los pechos postsoviéticos de Scarlett Johansson son capaces de mitigar mi aburrimiento. Pero es un fastidio dichoso y consentido. Ningún tiempo con Pitufo es tiempo perdido. Quiero creer que estoy sembrando en él la semilla del futuro cinéfilo. La carne de mi carne, y la sangre de mi sangre, transustanciada en celuloide. O en megabytes. 

Nos hemos reído mucho con las malandanzas de Tony Stark. Ni yo termino de comulgar con lo que veo, ni Pitufo termina de tomarse en serio las fantasmadas de estos superhéroes. Pero comentamos muy animados los hostiazos, los pasotes, los giros grotescos de la trama. Quizá me puede el orgullo si afirmo que Pitufo es un espectador entregado, pero muy crítico. O quizá es que finge su madurez para que yo no reprenda su infantilismo, no sé. Cuando aparece Scarlett Johansson mostrando el escotazo, se instala entre nosotros un silencio incómodo.  Él sabe que yo sé, y yo sé que él sabe. Scarlett gusta a todos los hombres entre los doce y los noventa años. Es un imperativo biológico, imposible de soslayar. Pero sólo son segundos. Ahora que ya somos dos tíos mayores, y que sabemos de qué va la vaina,  rápidamente recomponemos la vergüenza, y hacemos chistecitos sobre las enormes dimensiones, o sobre los dinámicos bamboleos. Entre el adolescente que llega y el adolescente que nunca se fue, montamos una pequeña juerga como de chavales del instituto. 

Es una mierda, Iron Man 2. De lo peor que ha pasado por mi sacrosanta cartelera. Pero no cambiaría este rato por ninguno de los que paso en soledad viendo las obras maestras que propone Mark Cousins, o cualquier otro plasta de lo canónico, a bombo y platillo.




Leer más...