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The Mandalorian. Temporada 2

🌟🌟🌟🌟🌟


La mejor serie del año es, digan lo que digan por ahí, The Mandalorian. A varios años-luz de las demás. Tantos como pársecs nos separan de Mandalore. Lo que pasa es que si uno viniera aquí, al foro público, a confesar el entusiasmo, le caerían las chanzas y las sonrisas compasivas. Los fanáticos pondrían un corazón, los no creyentes me ignorarían por cortesía, y la mayoría ni siquiera sabrían responder quién narices es el mandaloriano.  Así que prefiero no escribir nada. Que queden para mí solo, las emociones, y para los allegados en la Fuerza. Voy a hacer como que tecleo, pero esta vez lo haré en el vacío. Dejaré este folio en blanco para rellenarlo con alguna crítica de serie menor, de película segundona, algo que no pueda ni compararse con las aventuras de Mando y Grogu por la galaxia muy lejana.

   Pero quizá me engaño, quién sabe. Quizá me estoy dejando llevar por el frikismo, por el infantilismo, por el entreguismo a George Lucas y sus padawans que trabajan en Hollywood. No digo que no. Puede que The Mandalorian sólo sea eso: un producto para frikis, diseñado para engatusarnos, y que en realidad, visto con ojos racionales, de habitante de esta galaxia tan presente y tan cercana, todo sea humo, gaseosa, parafernalia. Guiño para iniciados. Conozco a más de una mujer que sentada a mi lado, en el sofá, se habría quedado fría, indiferente, incomprendiéndome por el rabillo del ojo, pensando para sus adentros -o quizá para sus afueras decepcionadas: “¿Qué estoy haciendo yo con este tipo?”

    Puede ser, sí. Pero esto es lo que hay. Refugiado en mi salón, donde ya no tengo que fingir que soy un tipo medio culto con aspiraciones intelectuales, lo mío es esto: los Jedis, los mandalorianos, los mini Yodas que han olvidado su poderío de la hostia... Ayer era la una de la madrugada y yo estaba en WhatsApp hablando con otros dos seres adultos desnudados de su adultez. Nos confesábamos la inquietud del día, las emociones, lo mucho que hemos llorado con esa despedida tan esperada como puñetera... Los tres habíamos visto el último episodio de la temporada y teníamos que desahogarnos con algún cofrade de la hermandad. This is the way... Además, Luke Skywalker había regresado a nuestras vidas, y eso, para nosotros, es más importante que el regreso anual de Jesucristo, que ya está al caer por estas fechas. Nuestro Luke no multiplica los panes y los peces, y ni falta que le hace. Él destroza Dark Troopers con sólo apretar el puño en el aire. Ahí es nada.





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The Mandalorian. Temporada 1


🌟🌟🌟🌟🌟

Llevo cuarenta y tantos años recorriendo los caminos de la Fuerza. Viajando en el puente aéreo que une la provincia de León con la galaxia muy lejana donde el Imperio y la República se disputaban los sistemas habitados. Donde los Sith y los Jedi se destripaban con las espadas láser que aquí en la Tierra nadie ha patentado todavía, porque serían el juguete más vendido de la historia, eso seguro, pero al mismo tiempo el más mortífero. Padres e hijos asesinándose sin querer, con la tontería... Llevo cuarenta y tantos años de carnet, de militancia, de proselitismo entre los amigos que pasan de Star Wars y prefieren ver las películas de Stallone, o las óperas de Puccini. Desde 1977 que no he parado de ver, de leer, de comprar, de contribuir a la fortuna millonaria de George Lucas bronceado en su rancho.  La de veces que habré soñado, y seguiré soñando, con subirme al Halcón Milenario si algún día aterrizara en este miserable planeta a coger provisiones, o a trapichear un poco de carbonita.

    Cuatro décadas de infantilismo y de tontuna, sí, y lo que te rondaré, morena, porque a estas alturas puedo asegurar que moriré embarcado en uno de esos viajes interestelares, frente a la tele, revisitando las películas, o asomándome a las series.. Quizá mañana mismo, quién sabe, de cualquier aneurisma traidor, mientras veo las aventuras de Mando, el mandaloriano, que es un primo de Boba Fett que se gana los garbanzos en el mundo caótico que dejó la muerte de Darth Vader, y el triunfo paleolítico de los osos amorosos. O tal vez dentro de treinta años, con suerte, de alguna cosa menos traicionera,  cuando alguien esté rodando en Hollywood la quinta trilogía sobre la familia Skywalker, o Disney + haya desarrollado la enésima serie que repase los mundos imaginados por el tío George.

 Será así, más o menos, porque el negocio no tiene pinta de detenerse. Del mismo modo que mi generación adoctrinó a sus hijos en las sabidurías de la Fuerza, ellos, nuestros padawans, adoctrinarán a los suyos en este frikismo que recorre las generaciones como la sangre fluye por nuestras venas. El día que con cinco años entré en el cine Pasaje a ver "La Guerra de las Galaxias", nadie imaginaba que aquello sólo era la primera aventura de una saga sempiterna y multiplanetaria. Una fuente inagotable que iba a saciarnos la sed el resto de nuestra vida. Aquel fue verdaderamente el día de mi segundo bautismo. El que borró todas las huellas que pudo haber dejado el primero.


                              

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