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Boogie Nights

🌟🌟🌟🌟

Cuenta la leyenda -porque es una leyenda, no hay registro en el diario de sesiones- que en 1977, cuando era senador, a Camilo José Cela le pillaron dormido en su escaño. Al parecer, ante la recriminación del presidente de la Cámara, C. J. C. respondió:

- Estaba durmiendo, no dormido.
- ¿Y no es lo mismo? – le afeó el presidente.
- Pues no, como tampoco es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.

Me acordé de la famosa anécdota de don Camilo mientras veía “Boogie Nights” porque aquí, contradiciendo un poco al premio Nobel de la Guía Campsa, todo el mundo está jodido y está jodiendo al mismo tiempo. Hablamos, por supuesto, del mundo del cine porno en los años 70, en California, antes de que el videocasete se convirtiera en un electrodoméstico al alcance del proletariado y las películas guarras abandonaran los cines X de las grandes capitales para echar raíces en barrios periféricos muy parecidos al mío, donde la muchachada irredenta fue encontrando poco a poco el sustento y la perdición.

Entre los personajes de “Boogie Nights” hay un poco de todo, como en los viñedos más calentorros del Señor: hay prostitutas, cocainómanos, heroinómanas, erotómanos, pervertidos de catálogo y varios gilipollas que se creen Cecil B. DeMille por filmar mamadas con música suave y ambiente de luces desvanecidas. Unos acabaron en el porno por estar jodidos y otros terminaron jodidos por haber entrado en el cine porno. Los hay, también, que son una pescadilla de jodiendas que se muerde la cola o el rabo sin encontrar nunca la respuesta. Todos, o casi todos, son víctimas de su carácter y de sus circunstancias. Los caminos del Señor son inescrutables y a veces te llevan por los senderos más insospechados. 

Pienso, por ejemplo, en qué hubiera sido de mí mismo si en vez de nacer justo en el medio de la campana de Gauss hubiera nacido con esos 33 centímetros de pollón que luce Dirk Diggler en sus actuaciones. Alguno dirá: cuando vas vestido eso no se nota. Pues fíjate, yo creo que no, que de algún modo te lo captan en la mirada, o en los andares. Los envidiosos, y las mujeres.



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Magnolia

🌟🌟🌟🌟🌟

Dentro del átomo, los electrones giran alrededor del núcleo en una órbita estable que podríamos llamar estado de felicidad. Allí podrían pasar eones y eones si no fuera porque a veces son golpeados por una partícula energética que se cruza en el tiovivo: un ángel flamígero que viajando a la velocidad de la luz los expulsa de ese paraíso previsible y circular.

Las electrones desafortunados pasan a vagabundear territorios inhóspitos que no les corresponden, errando en espirales que les ponen nerviosos y cariacontecidos a la espera de que otro choque -esta vez afortunado- les devuelva a la zona de confort. Hay mucho de ciencia en todo esto, pero también mucho de azar, que es ese espacio indeterminado que la ciencia todavía no puede explicar. Son las casualidades inauditas, y las regiones de incertidumbre, que también se producen en el mundo macroscópico de los seres humanos.

    Todos los personajes de “Magnolia” -por ejemplo- también viven fuera de su órbita placentera. En algún momento de su pasado se sintieron congraciados con la vida dando vueltas alrededor de una persona amada, o de un trabajo edificante. Pero ellos, como los electrones malhadados, también sufrieron el choque con alguien que los descentró, que los expulsó de su pequeño paraíso. Una pura mala suerte, o un destino trágico que buscaban con ahínco. Ahora caminan por la vida con el ánimo por los suelos, y con la desazón instalada en el espíritu. Mientras esperan que el efecto mariposa les cruce con esa persona que les devuelva la alegría, los personajes de “Magnolia” pasan el tiempo presentándose a concursos, drogándose hasta las cejas, dando conferencias sobre la supremacía de las pollas... Son distintas formas de matar ese tiempo de las dudas. Unos dudan al cuadrado y otros se inventan certezas para no sufrir más.

Cuando esa persona especial golpee sus vidas, ellos por fin despertarán de su letargo, de su atonía, de su falsa vida de muertos vivientes, y en la alegría del retorno emitirán una sonrisa, o un llanto muy liberador. Es la física de la felicidad.





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