Years and years

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Years and years... Años y años... Esta serie británica -que los tunantes del markéting venden como un Black Mirror bañado en sentimientos- es tal cual el Cuéntame de los Alcántara, pero con fish and chips en lugar de paellas de la abuela. Y con telediarios de la BBC, en vez de Nodos de Franco, y Urdacis del PP. Aquí, además, como el patriarca de la familia Lyons nunca aparece en escena, porque se fue hace años con otra mujer, no hay nadie que diga cada dos por tres: “Me cagüen la leche, Merche”. Ni siquiera “I’m defecating on the milk, Dorothy”. Pero por lo demás, el mismo melodrama familiar. El mismo culebrón de sobremesa, o de sobrecena, reducido a tamaño de viborilla: seis episodios que aun así se hacen tan largos como una anaconda, de las que te oprimen el pecho, y te inducen a bostezar.

Los Alcántara, en Cuéntame, llevan tanto tiempo transitando por nuestra historia, que cualquier día van a pasarse al futuro para mostrarnos la llegada del Imperio Chino, y la Reconquista española de la ultraderecha, que no empezará en la Cueva de Covadonga, sino en las puertas del Zendal, con jeringuillas de vacunación que se volverán contra la marea blanca, como las flechas se volvieron contra los mahometanos. Ya sabemos que Eolo, cuando sopla, siempre está con los españoles de bien. En fin: serán cosas mías...  

La serie británica -que, por cierto, muestra a una arpía triunfadora muy parecida a Isabel Díaz Ayuso- sí da ese salto temporal para mostrarnos a la familia Lyons sobreviviendo a los años veinte de nuestro siglo. Tan locos como los veinte del siglo pasado, pero en otro sentido. Si Al Capone y el Gran Gatsby se ponían tibios a beber, a bailar y a retozar con bellas señoritas mientras la bolsa rumiaba su desplome, ahora, cien años después, lo que se desploma es directamente nuestro planeta. Y en el río revuelto de las tempestades, de las inundaciones, de los flujos de migración que buscan agua potable o raíces para comer, ya sabemos quién sale ganando. Y quienes son los gilipollas que los votan. Ya no hacen falta Tejeros disparando en el Congreso. Ahora basta con poner en el cartel electoral a una inculta sin complejos.