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El apellido es el destino, y no tiene remedio. Da igual que corras,
que reniegues, que sueñes con provenir de otra familia... El apellido es como
la sombra, como el careto. En “Léolo”, Léo Lauzon fantaseaba con no ser hijo de
su padre, que era el portador de la demencia, y para ello llegó a imaginar que su
madre se había caído sobre el esperma de otro hombre apellido Lozone, en Sicilia,
para fecundarla con otro destino que no fuera la locura y el manicomio. Y no lo
consiguió, claro, porque el apellido forma parte de ti, y viaja contigo a todos
los lados. Y aquí, en España, viajamos con dos, a diferencia de los anglosajones.
Así que fíjate...
Desconozco si el apellido se puede cambiar en el registro
civil, como hizo Homer Simpson cuando se rebautizó como Max Power. Lo mismo
soñaba, en otro episodio, su hija Lisa Simpson, cuando comprendió que el apellido
Simpson era una condena de por vida. Si todo está en los libros (como decía
aquella sintonía) todo está, también, en Los Simpson... Pero ya digo que
no hay remedio: ni para Homer, ni para Lisa, ni para nadie. Ni para el pobre Léolo.
Ni para mí... El apellido es mucho más que una sucesión de letras, que una
etiqueta genealógica. El apellido son los genes, y los genes -al menos de
momento- no se pueden extirpar en una mesa de operaciones, o en un blanqueamiento
administrativo. Hay que apechugar.
Succession, en realidad, despojada de las hojas
exteriores, de los insectos voraces y los pulgones parasitarios, es una lechuga
habitada por un solo hombre, Kendall Roy, que es el único Roy que desearía no apellidarse
como su padre. Kendall tiene una hermana arpía, un hermano psicópata y un
hermano tonto del culo. El gen de los Roy, dependiendo del cruzamiento, provoca
daños irreparables en el feto. Pero en el caso de Kendall algo se torció en la
embriogénesis, y al nacer se encontró con unos escrúpulos en el estómago que le
hacen dudar, y recelar, y le vuelven medio humano a nuestros ojos. Medio
humano, he dicho... Kendall preferiría no tener esas excrecencias morales, como
los demás. Pero los escrúpulos, como el apellido, tampoco se pueden extirpar.
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