Mostrando entradas con la etiqueta Drea de Matteo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Drea de Matteo. Mostrar todas las entradas

Los Soprano. Temporada 5

🌟🌟🌟🌟🌟


Todos los matarifes de “Los Soprano” llevan en el cuello la medalla de su Primera Comunión. Pero dudo mucho que el dios del Nuevo Testamento los acoja en su seno cuando ellos sean el alimento de los peces, o el festín de los gusanos. O eso, o los curas del colegio mentían como bellacos sobre la naturaleza de la divinidad. Claro que también decían que don Francisco Franco -ese psicópata de las guerras de África y luego de nuestra Guerra Civil- entraría en el cielo aplaudido por los ángeles.

Sin embargo, cuando hablamos de pecados veniales, los compijuegos de Tony Soprano ya son un poco como nosotros. Porque la carne es débil, y la mentira afila nuestras lenguas. Flaqueamos por interés, halagamos por conveniencia, cambiamos de principios si adivinamos un beneficio. Es ahí, en el pecado venial, en la disfunción cotidiana, donde estos sociópatas repeinados se nos vuelven humanos, comprensibles, vecinos de la cola del pan o comensales que zampan a nuestro lado en el restaurante. 

Se podría escribir toda una guía de “Los Soprano” -incluso una tesis doctoral en la Universidad de las Series- siguiendo la pista de los pecados capitales que les impulsan a actuar, y que muchas veces son la causa de su perdición. La gula, por ejemplo, altera sus fisonomías y les provoca malas digestiones; la soberbia les vuelve descuidados y vulnerables a la venganza; la avaricia les empuja a robar más de lo que deben, invadiendo territorios vecinales; la lujuria les despista de sus obligaciones como a sacerdotes entregados al fornicio; la envidia les susurra que se necesitan un coche más grande para acudir a las reuniones y ser escuchados con mayor respeto. La ira -sobre todo la ira- les hace tomar decisiones equivocadas que al final sellan su sacrificio ritual.

La pereza es quizá el único pecado capital que no conocen estos tipos. Es cierto que se pasan la vida jugando a las cartas en el Bada Bing, o tocándose las pelotas en la terraza del Satriale’s, pero cuando hay que coger la pipa o el bate de beisbol no dudan ni un instante. Son muy profesionales en lo suyo. El añorado Pazos derrama lágrimas cada vez que los ve. 





Leer más...

Los Soprano. Temporada 4

🌟🌟🌟🌟


Tony Soprano es una mala bestia. Un tipejo con el que conviene no entrar en tratos por muy ventajosos que nos parezcan. Porque si la cosa se tuerce, vas jodido. Tony Soprano se reiría con tus reclamaciones y se limpiaría el culo con tus denuncias. Él conoce todas las salidas legales o tiene a la policía metida en el ajo. Y cuenta, además, con un ejército de matones. Tipos que no se asustan ante un dedo cercenado o ante un hueso roto que sobresale. Así que al final, si no le devuelves lo que te pide, o no le pagas lo que te demanda, acabas perdiendo un ojo o una pierna, o el negocio que te da de comer. O tu vida. O la vida de un ser querido. Vaya este recordatorio por delante.

Sin embargo, Tony Soprano tiene un corazoncito para los animales, uno chiquitito y rojo al lado de ese tan negro y exagerado. En esos episodios en los que Tony alimenta a los patos o consuela a los caballos malheridos, siento que un ala de colibrí aletea en mi interior, y me gustaría regresar al catolicismo para pedirle al Señor que le bajen un poco la temperatura de la caldera en el infierno. O que esa mañana los diablillos no afilen el tridente con el que le pinchan el culete. Es más: le pediría al buen Yahvé que a Tony le dieran un día de asueto. Que le dejaran probar un vino italiano para que brinde a mi salud, yo que soy un devoto seguidor de sus aventuras y que ya voy necesitando estos gestos simbólicos para cuarme los achaques.

Como buen mafioso, Tony Soprano practica y consiente la violencia contra los seres humanos. Cuando las víctimas son personas inocentes que solo pasan por allí, él esboza un gesto como diciendo: “¡Qué le vamos a hacer! Son gajes del oficio...!” Pero cuando su compinche Ralph Cifaretto decide cargarse a la yegua Pie-o-My para cobrar el dinero del seguro, Tony explotará con una ira que no le volveremos a ver en ninguna otra ocasión. Contemplando el cadáver de Pie-o-My se le salía la pena de dentro, y un gesto de compasión, insospechado en un sociópata como él, se dibujaba en su caraza de grandullón jocoso y asesino. 





Leer más...

Los Soprano. Temporada 3

🌟🌟🌟🌟🌟

Ningún personaje de “Los Soprano” merece nuestra empatía. Si acaso la doctora Melfi, aunque ella también bordea el lado oscuro cuando queda fascinada por su cliente. Los demás son unos criminales o encubren a los criminales. Todos comparten esa moral restrictiva donde no existe nadie que no se apellide como tú o no joda con alguien de los tuyos. El Estado, el bien común, el conjunto de los ciudadanos...: son conceptos que estos macarroni ni siquiera entenderían. Tan listos y peligrosos como son, siempre pendientes del último dólar o del último desprecio, en el fondo son unos paletos de pueblo convertidos en paletos de suburbio. Porque ser paleto no significa ser tonto: significa no ver más allá de la sombra proyectada por la boina. Es una ceguera moral parecida a la ceguera de los ojos. Yo digo que es genética y que se hereda en los entresijos del zigoto, aunque la mayoría opinaría que se aprende viendo actuar a los padres. Para el caso, patatas. 

Los hijos de Tony Soprano -que en principio eran los santos inocentes de esta función- tampoco se salvan de la quema. Meadow es una chica lista, clarividente, que no se engaña sobre la naturaleza de su familia. Pero la voz de la sangre todavía es poderosa en ella y eso la obliga a seguir queriendo a su padre asesino y a su madre consentidora. Sus lloros y sus rebeldías tampoco conmueven al espectador consecuente. Anthony Jr., por su parte, es un pobre panoli que podría ser hijo de Adolf Hitler y vivir en el búnker de Berlín sin enterarse de que hay una guerra por encima de su cabeza, todo el día con los videojuegos, o con las gamberradas, o con el porno que le reseca -a él sí, pero sólo a él, queridos curas- la médula espinal.

Viendo el último episodio de la tercera temporada me dio por pensar que quizá la genialidad de “Los Soprano” reside precisamente  en que no hay nadie a quien agarrarse. Nadie con quien establecer una identificación que vaya más allá de un momento puntual, y casi siempre por un asunto de desamores. Lo que condenaría a otras series aquí es como el secreto de la salsa. Es como si viéndola reposaras en el sofá, libre de esfuerzos morales y abandonado a la impudicia.







Leer más...