🌟🌟🌟🌟
Supongo que los hombres nos lo tenemos bien merecido. Durante
siglos, la literatura (porque películas no había) trató a las mujeres como hijas
directas de Eva: frívolas, mentirosas, imprevisibles. La mujer era una
tentación que nos alejaba de la virtud. El receptáculo de la vida, pero también
la puerta del infierno. En los textos cristianos ellas eran siervas del
demonio, cuando no el demonio mismo, disfrazado. La Edad Media las tachó de
brujas, y el Renacimiento de menguadas. En la época victoriana las vistieron
con un burka con enaguas. Hasta no hace mucho, los personajes femeninos se entregaban
al histerismo o al pendoneo. Sólo pensaban en casarse y luego en traicionar al
marido, acostándose con otro, o negándole el débito conyugal. Secundarias de la
vida. Males necesarios. Un ser a medio camino entre el mono de Darwin y el
superhombre de la evolución.
Ahora, sin embargo, en las ficciones de Netflix -y quien dice
Netflix dice las tropecientas plataformas- somos los hombres los que parecemos regresar
al árbol primigenio, a ratos con el teléfono móvil y a ratos con la cachiporra
del australopiteco. Cejijuntos y peligrosos. Supongo que tenemos que pagar por todo
aquello, insisto.
En “La asistenta” no hay hombres buenos. Ni uno solo. Bueno,
sí, aquel chiquillo de Tinder que parecía más majo que las pesetas. Aunque a saber...
El paisanaje es desolador. Ya dicen las ministras del ramo que “todos los hombres
somos unos violadores en potencia”. Y aunque es científicamente cierto -porque “en
potencia” se puede ser cualquier cosa- el discurso es rastrero y ofensivo. Pero
ya digo: es lo que toca. Ya llegará el tiempo del equilibrio.
La expareja de Alex es un alcohólico con arrebatos; su padre,
tres cuartos de lo mismo; el amante de su madre, un pichabrava. El amigo que le
presta la furgo sólo busca acostarse con ella. El tipo de mantenimiento, un
vago que le mira el culo de reojo. ¿El ricachón de la mansión?: un cabrón que
deja a su mujer en el peor trance de su vida. Nadie se salva. El infierno son
los demás, dijo Sartre, y resulta que en “La asistenta” casi todos son hombres.
Y sólo llevamos cinco episodios...
No hay comentarios:
Publicar un comentario