El hombre tranquilo

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En el recibidor de mi casa -donde casi nunca recibo a nadie- tengo colgado este póster evocador de El hombre tranquilo. Está puesto ahí para topármelo cada mañana mientras me pongo el abrigo o el chubasquero, o la visera contra el calor. Un lugar estratégico. Una vez pensé: me servirá de filtro para las innúmeras mujeres que pasen por aquí. La que se pare ante el grabado y tiemble de la emoción será la Mujer Elegida. Pero ya digo que es un recibidor con pocos receptores, muy particular, como el patio de mi casa, que tampoco tengo.

"El hombre tranquilo" es mucho más que la película de mi vida: es el sueño de mi vida. Es el paisaje verde, la pelirroja ardiente, la lejanía de los coches... El retiro a la vez sexual, monacal y agropecuario. Y lo sueña alguien, ojo, que jamás ha viajado a Irlanda, ni sabría cultivar un tomate o una lechuga. Que una vez conoció a una mujer de la estirpe de Maureen O’Hara y resultó ser, por los adentros, de la estirpe de Belcebú. O sea: nada. Por eso el cartel es un sueño: porque es un imposible vital, una oportunidad perdida, pero también una sonrisa cada mañana.

Hoy, mientras me colocaba el tabardo y Eddie -él sí- se trabajaba mi pierna ansioso por salir, en la radio matinal, por el pinganillo, publicitaron un viaje a Irlanda justo cuando yo fijaba la mirada en Sean Thornton y Mary Kate Danaher. Y pensé: un hombre aventurero, valiente, cansado realmente de su monotonía, no se lo hubiera pensado dos veces porque hay coincidencias que marcan un destino y lo hacen irreversible. Ese hombre  hubiera llamado al colegio para decir que no, que se acabó, que se iba a Irlanda ya mismo, vía Madrid o Barcelona, a probar suerte en Innisfree. Y a tomar por el culo todo, y todos. Y que cómo se hace, por favor, para pedir una excedencia voluntaria y dejar de cobrar la nómina fija y el sexenio adelgazado.

Pero este otro tipo, el Alvaro verdadero que yo soy, simplemente sonrió, se encogió de hombros y salió a la calle preguntándose cómo era posible que hoy fuera lunes si ayer mismo era viernes, sin sábado ni domingo que recordar.