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The White Lotus. Temporada 1

🌟🌟🌟🌟


Mi historia con la 1ª temporada de “The White Lotus”:

1. Una mañana, hace meses, mientras tomo el café y husmeo en las noticias, me entero de que la serie ha ganado el Premio Emmy a la Mejor Miniserie. ¿HBO Max?: pues habrá que descargarla en la mula.

3. Me olvido del asunto.

4. Poco después, en la terraza del bar, el amigo me pregunta si ya he visto “The White Lotus”. Le digo que no. Me dice que la está viendo con su mujer y que no está nada mal. La serie, no la mujer. Que también. No le veo muy convencido. De pronto menciona que Alexandra Daddario tiene un papel. Mi amigo no ha terminado de pronunciar su apellido y ya siento un temblor en el perineo. La suerte está echada: veré “The White Lotus”.

5. Me siento a ver la serie. Parece “El exótico hotel Marigold” pero rodado en Hawai. Un rollo. Quiero desistir, pero Alexandra Daddario, cada vez que aparece, me borra las intenciones. “Es como un ángel en la playa...”, me había dicho el amigo. Tal cual. El personaje de su novio es un mentecato y yo no entiendo por qué ella sigue con él. Alexandra sería mucho más feliz conmigo, en La Pedanía, viendo las series donde ella misma participa.

6. Me planteo ver solo sus escenas, pasando las demás con el mando a distancia. Pero el montaje de la serie es muy puñetero y no lo permite. Los otros pesados se intercalan de continuo en sus aventuras. Alexandra es la mujer más hermosa del mundo, pero ella sola no compensa este sufrimiento en el sofá. Aguanto dos capítulos. Abandono. Lloro desconsolado.

7. Meses después, picado por la curiosidad, veo la 2ª temporada de la serie. Caigo rendido. Es una puta obra maestra y también sale una tía muy buena. Me planteo darle una segunda oportunidad a la 1ª. La escribió el mismo fulano. Algo tendrá. Me acuerdo mucho de Alexandra Daddario...

8. Dejo pasar la primavera y el verano, enredado en otras realidades y en otras ficciones, y me pongo a la tarea. La 1ª temporada no es como la 2ª, pero está de puta madre. Me pregunto en qué estaba yo pensando. 

9. Alexandra, al final, se queda con ese gilipollas. Es el destino fatal de las tías buenas. Va a sufrir de lo lindo. La amo.






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The White Lotus. Temporada 2

🌟🌟🌟🌟🌟

La primera temporada no pude ni terminarla. No me interesaba ninguna de sus historias entrecruzadas. El que no era lerdo parecía un insustancial o hablaba por los codos. Ni siquiera la belleza de Alexandra Daddario me mantuvo pegado al televisor. Será que me estoy haciendo mayor y que el deseo catódico ya no es tan fuerte como antes, cuando bastaba un bellezón metido con calzador para mantenerme a pie firme en la batalla.

En la segunda temporada también hay una actriz de quitarme el hipo y dispararme la hipertensión, pero ese no es el tema y tal, que diría Luis Aragonés. Escaldado de la primera experiencia, yo era reacio a meterme de nuevo en el berenjenal plantado por Mike White. Pero el amigo insistía, y los premios llovían, y los de la Cultureta soltaban epítetos altisonantes... Así que poco a poco me fui animando. “Salvo la gorda -me dijo el amigo- no repite ningún personaje de la primera”. Y ahí ya di el paso definitivo.

Los títulos iniciales ya dejan muy claro que esto va de parejas infieles y de acechos sexuales. De hombres que anhelan y de mujeres que juguetean; de cabrones sin ética y de fulanas sin escrúpulos. La crisis de la pareja moderna, que diría un sociólogo invitado por José Luis Balbín. Cuando el conserje del hotel explica a los recién llegados la leyenda de la cabeza cortada ya te descubres morboso perdido y abducido sin remedio. ¿Qué cosa hay más interesante que los recovecos del deseo? El otro día le preguntaron a Manuel Vilas que por qué escribía siempre sobre el amor, a lo que él, un poco perplejo, contestó que no se le ocurría un tema más humano y más excitante. En todo lo demás somos como los animales, pero cuando los hombres y las mujeres se emparejan, sucede que la complejidad de sus sentimientos, sus vaivenes, su ética a medias sagrada y a medias inconsistente, nos convierte en unos seres la mar de interesantes.


En la serie nos recuerdan que los ricos también lloran por amor. Es un consuelo...  No es un consuelo, sin embargo, recordar que las personas en apariencia más superficiales y más bobas llevan dentro de sí la verdadera sabiduría.





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