Cine Pasaje

Encontrar una foto del cine Pasaje es una tarea imposible. Digo del cine antiguo, en el que yo me crie, no del que luego quedó cercenado en tres salas horribles y tristonas. El cine de mi infancia era gigantesco, inabarcable con la mirada, y cobijaba a mil personas boquiabiertas cuando Darth Vader dijo “Yo soy tu padre” y se escuchó un “¡ooooh!” multitudinario que yo sólo he vuelto a oír en el campo de  fútbol.



    De vez en cuando, cuando me aburro, rebusco en archivos fotográficos del viejo León, pero es como si al cine se lo hubiera tragado la tierra, o yo lo soñara en la habitación de un manicomio. Están todos los cines menos el Pasaje, incluso los más antiguos, los que proyectaban películas cuando la guerra civil y el año del hambre. Lo único que he encontrado por ahí es esta doble foto. Puede que yo me sentara alguna vez en esa butaca, de las mil veces que estuve: fila 7, N 1... Las entradas -lo recuerdo bien- eran de color rosa, pero ésta ya está más bien sepia, sin necesidad de ponerle filtros ni nada. Estaba colgada en una web de coleccionistas, pero ya no está a la venta, y hay que registrarse para saber cuánto pagaron por ella. Es increíble que mi padre rasgara millones de aquellas entradas y ahora haya que buscarlas por aquí. Así es como él se ganaba la vida, rasgando entradas, y diciendo buenas tardes o buenas noches a los espectadores que entraban y salían. Aquellos papelitos me dieron de comer, pagaron mi des-educación, compraron mis soldaditos de Montaplex... Si hago la cuenta de todos aquellos años, una mierda de sueldo, dividida entre los miles de espectadores que pasaron por aquella puerta, da como resultado una miseria infinitesimal por cada entrada que mi padre rompió. Y ahora ya no queda nada. O sólo esto.

    En el revés de esa entrada figura la fecha de la sesión: 23 de agosto de 1979. También es casualidad, hombre... Mi padre no pudo rasgarla porque agosto era su mes de vacaciones, así que ni ese consuelo nostálgico me queda. Ese día, en la sesión de tarde, en vez de estar todos en casa, viendo la tele, o durmiendo la siesta, a la fresca, estaríamos buscando moras por los zarzales del alfoz, a la solana. A mi padre se la soplaba que hiciera 35 grados meseteños, o -35 siberianos. Decía que así nos curtíamos. Ésa fue otra película de la hostia.