On the Rocks

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El mundo de Sofia Coppola es el mundo del pijerío. Se ve que lo conoce al dedillo porque vive en él, o porque le fascina su paisanaje. Lo normal sería que fueran ambas cosas, dado su pedigrí de nacimiento, los Coppola de toda la vida, con las mansiones y los viñedos, los apartamentos en Nueva York y las vacaciones en Europa. Pero quizá Sofia reniega de su condición, repudia a sus semejantes, y simplemente es que conoce bien el percal, y lo retrata como nadie en sus películas.  Yo mismo, que me crie en el arrabal de León, fui a un colegio exclusivo donde era alumno desubicado y transgresor. Pero quedé tan marcado por mis compañeros del pijerío, por su modo de vivir y de comportarse, que veo a los personajes de Sofia Coppola y es como si les conociera de toda la vida, tan glamurosos, tan atildados, tan de ensalada en Pijo`s Cafe a 90 pavos la tontería.

    Yo, como Sofia con su cámara, no dejaba de seguir asombrado a mis pijos: su manera de hablar, sus ropas, sus preocupaciones crematísticas... La perfección de sus dientes, de su vocabulario, de sus maneras educadas. Mis compañeros nunca llevaban roña en las uñas, ni cerumen en el oído, ni legañas en el lagrimal. Nosotros, los del barrio, nos lavábamos todas las mañanas, por supuesto, pero al poco rato de estar en clase siempre manaba una disfunción cutánea que delataba tu origen. Ellos, como los personajes de Sofia Coppola, lo llevaban todo en su sitio, sin mácula, sin tacha. Impecables y pluscuamperfectos. Eran odiosos, pero también eso, fascinantes, y no te digo nada las chicas pijas, tan hermosas, tan repeinadas, con sus cabellos rubios que en mi barrio no se cultivaban, y con sus diademas, y con sus faldas reglamentarias de las monjas...

    Deberían de repatearme el culo, estos retratos del pijerío que pinta Sofia en sus películas. Pero el amor, ay, nos iguala a todos en sus penurias. En las alegrías no, porque hay amores de 5ª Avenida y amores de polígono industrial. Pero en la desdicha, todos somos hermanos y hermanas. Que los ricos también lloren cuando les va mal en la vida, pues mira, que les den por el culo; pero si lloran por desamor, o porque temen perderlo, yo estoy con ellos, empático y desclasado.