Rick and Morty. Episodio 2x06

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El otro día, en la tele. un humorista se fijaba en los niños asiáticos que cosen nuestro calzado deportivo y descubría que ellos también iban calzados con una marca deportiva porque se les veía un logo difuminado, medio en chino, o medio en tailandés, y se preguntaba, un poco en broma, pero también un poco en serio, quiénes serían los sub-niños que les fabricaban el sub-calzado. En qué otro continente superpoblado vivirían estos umpalumpas de la pobreza, africano seguramente, o quizá oculto en Google Maps, para que no nos enteremos de su existencia. La Atlántida, por un lado, y la Fábrica de Zapatillas de Willy Wonka, por el otro.

    Me he acordado de este chascarrillo afilado porque ayer, en un episodio de la serie, se descubre que Rick, para alimentar la batería del coche, ha creado un universo dentro de la misma batería, con seres inteligentes que producen electricidad para un dios llamado Rick -curiosamente- que vive más allá de su universo observable. Pero un día el coche deja de funcionar, y Rick y Morty descubren que los esclavos ya no producen electricidad porque entre ellos ha nacido un científico que ha creado, a su vez, un miniverso de subesclavos que la fabrican para su raza. Los parias que sirven al paria. Los niños que fabrican deportivas para el niño de la fábrica....

    Luego, no sé por qué, me ha dado por pensar que los amores no correspondidos también son un poco así: encadenados y subcontratados. Uno se enamora de la mujer inalcanzable que a su vez vive enamorada del hombre inalcanzable, mientras existe, quizá, una mujer que piensa que uno es inalcanzable... Aquí no hay electricidad, ni zapatillas, sino pistas que alimentan el orgullo de quien se sabe deseado pero aspira a mucho más. Un ego que alimenta nuestros sueños platónicos mientras nada se concreta, y nada se vuelve tangible y carnal. Sólo poesías en la noche.