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Dentro de unos cuantos eones, cuando el Sol se convierta en
una gigante roja y expanda su diámetro por la galaxia, la Tierra será engullida
por una ola de fuego y quedará reducida a cenizas. Si algo queda de ella, será
una bola inerte y achicharrada que flotará por el espacio como una cagarruta de
oveja pasada por un lanzallamas. De todo lo que ahora vemos, y de todo lo que
surgirá después, no quedará nada de nada. Será como en aquel chiste de Forges, el
de un padre que le dice a su hijo contemplando la llanura desde el otero: “Algún
día, hijo mío, nada de esto será tuyo”.
El fin de la Tierra será una des-Creación que irá desmontando,
punto por punto, lo narrado en los primeros versículos del Génesis: se evaporarán
las aguas, se extinguirán los animales, se agostarán los vegetales, se extenderán
las sombras... Se mezclarán las tierras y los mares en un barro que cocerá a
1000 grados de temperatura para producir cerámica que ya nadie podrá utilizar.
Cazuelas de Pereruela salvajes, y muy originales, donde ya no podrán cocinarse
los riquísimos bacalaos de León y de Castilla. Los seres humanos -que ya no estarán
hechos a imagen y semejanza de Dios,
porque en los próximos eones nos saldrán antenas en la cabeza, y branquias de Kevin Costner, y seguramente se nos atrofiará
el pene por falta de uso- vivirán, digo, si quieren salvar el pellejo, muy lejos
de aquí, en otro sistema solar de Alpha Centauri o de Vega, que son las estrellas
más cercanas, porque ni en los satélites de Saturno podrá uno evadirse del Sol
expandido y asesino.
También es posible que la Tierra desaparezca mucho antes. Podría
ser mañana mismo, incluso. Bastaría con que un gran meteorito chocara con el
planeta para sacarnos de órbita y empezar a caer en espirales hacia el Sol, o empezar
a vagar por el espacio abierto al albur de los fríos estelares. Quién sabe...
En este episodio de Electric Dreams titulado Planeta imposible,
la Tierra ya es eso mismo, un planeta imposible, que todavía no desaparecido como
astro, pero sí como soporte de cualquier vida, contaminado y estéril. Ése será,
sin duda el primer versículo en el relato del Antigénesis.
El episodio, por cierto, es una absoluta estupidez.
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