Rick y Morty. Temporada 2

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Las aventuras de Rick y Morty son un canto a la esperanza. El recordatorio de que fuera de la Iglesia, de la religión, de la matraca de los curas, los ateos también podemos encontrar la vida eterna y la salvación de nuestro alma. Gracias a la física de las partículas que predice los universos paralelos y los mundos sucesivos, ya no necesitamos la idea de Dios para creer en el Más Allá que nos aguarda tras disolvernos. Porque nos morimos aquí, pero no allí, en el multiverso paralelo donde Álvaro Rodríguez cruzó la calle un segundo antes de que pasara el coche que aquí le atropelló. Claro que también hay otros multiversos en los que Álvaro Rodríguez muere de niño, o alcanzado por un rayo, o atrapado en una trinchera de la III Guerra Mundial. Los Álvaros que entran por los que salen, pero siempre Álvaros, y Ricks, y Mortys, en una danza perpetua que garantiza al menos una existencia.

     La física teórica predice otro multiverso en el que la humanidad ya ha encontrado la Fuente de la Edad, el Remedio para Todo, y allí todos nosotros -bueno, la copia de todos nosotros- ya sólo se dedica a sestear, a tocar el arpa, a contemplar los amaneceres desnudos sobre la hierba, despreocupados y felices. Todo esto puede parecer inverosímil, fantasioso, cogido con las pinzas del intelecto, pero tiene una base científica que sitúa su probabilidad muy por encima de las promesas de las homilías, y las profecías de la Biblia. Las aventuras de Rick y Morty tienen un trasfondo filosófico que ya quisieran para sí muchos peñazos consagrados por la Santa Cinefilia. Donde esté un solo episodio de Rick y Morty, que se quite, por ejemplo, media filmografía inaguantable de Ingmar Bergman, ésa de los personajes atormentados por el silencio de Dios en la que no se entiende nada de nada, con caras raras, y distorsiones de la fotografía. O la filmografía completa -ya puestos- de aquel plasta danés que tanto alababan José Luis Garci y sus contertulios entre cigarrillos y pajas mentales, Carl Dreyer, el inventor del Dreyerzol, que es un medicamento muy eficaza para quedarte noqueado y echarte a  dormir.