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Tristram Shandy es una película muy difícil de explicar, y de definir. Una comedia
bizarra que despierta odios y entusiasmos, exabruptos y aplausos encendidos.
Este humilde escribano la tiene por una de sus películas predilectas, tan
atrevida, tan peculiar, tan a contracorriente de los usos habituales. Es el mismo cine
libérrimo que ya practicara Winterbottom en 24
Hour Party People, otro clásico de su cinematografía inclasificable.
Tristram Shandy, la
película, cuenta el accidentado rodaje de "Tristram Shandy", la
película dentro de la película, que es la adaptación imposible de la novela
homónima, un clásico de las letras británicas que carece de narrativa lineal.
Una verborrea satírica de mil páginas reconcentrada en un guión de coherencia
inabordable. Un imposible artístico que convierte el rodaje en una batalla
diaria, en una frustración permanente.
Steve Coogan, actor por el que siento
una irresistible simpatía no-sexual, interpreta tres papeles diferentes en esta
locura de los planos superpuestos: el primero, el Steve Coogan ficticio, que es la estrella de
"Tristram Shandy", con sus problemas personales, su ego artístico, su
queja continua sobre la altura de los tacones o la emotividad nula de las
escenas; el segundo, el propio Tristram Shandy, que en la película dentro de la película
narra su propio nacimiento y las circunstancias extraordinarias que lo
rodearon; y el tercero, porque el rodaje va escaso de recursos, y hay que ahorrarse dineros
en los actores, el padre del propio Tristram, en las escenas atribuladas de su
nacimiento.
Ya les dije que era un lío mayúsculo, una película inefable, un
juego de realidades y ficciones que este diario no alcanza a resumir. Sólo a
recomendar. La historia de una polla y un toro...
Y alrededor de Steve
Coogan, dando por culo todo el rato, la mosca cojonera de Rob Brydon, que
también se interpreta a sí mismo fuera del rodaje, y que en el Tristram dentro
del Tristram es el trastornado Tío Toby, héroe emasculado de la batalla de
Namur. Coogan y Brydon, en los sets de rodaje, en las trastiendas del
vestuario, en las habitaciones del hotel, protagonizan un duelo de egos simulado,
un cachondeo competitivo que nace de su amistad real fuera de las ficciones.